TEMA 1: LOS ORÍGENES DE LA FILOSOFÍA
1.1 LÍNEA CRONOLÓGICA DEL
PARADIGMA ANTIGUO (Visión diacrónica):
A)
Edad “obscura” (obscuro= “oculto, que se esconde o
substrae”): época de la cultura griega anterior
a las primeras manifestaciones escritas. Se cree que el alfabeto griego se
pone en marcha entre los siglos IX y VIII a. C.
B)
Grecia arcaica (siglos VIII-VI a. C.): este es un periodo de
fuerte tradición mitológica escrita
(la Ilíada y
la Odisea atribuidas a Homero, Los trabajos y los
días y la Teogonía de Hesíodo, así como las diversas Odas del poeta Píndaro). También en esta época evoluciona la polis como
forma de organización social: ciudades-Estado independientes políticamente
(autónomas) y económicamente (autárquicas). Gracias a la navegación, las diversas
ciudades griegas se diseminan por toda la costa del Mediterráneo, desde el Mar
Egeo, Asia Menor, norte de Egipto, hasta el sur de Italia, Sicilia y muchas
otras pequeñas colonias en el oeste. El control
mercantil naval así como el intercambio
cultural de bienes materiales y conocimientos explican el florecimiento que
experimentará Grecia en los siglos siguientes.
A finales de la Grecia arcaica (ya en los
siglos VII y VI) tiene lugar el nacimiento de la filosofía con los pensadores presocráticos y sus cosmologías
(teorías sobre el origen y el sentido del cosmos). A esta etapa del pensamiento
se la conoce como el tránsito del mito
al logos.
C)
Grecia clásica (siglos V y IV a. C.): este breve lapso de
apenas dos siglos es el más fructífero para la cultura griega desde casi
cualquier punto de vista (económico, militar, político, artístico, filosófico y
literario).
Los historiadores están de
acuerdo en considerar el fin de las Guerras Médicas como el punto de inicio de
esta época (fecha simbólica el 487 a.C.). El gobernante Pericles es responsable de instaurar la primera democracia de la
historia: la democracia ateniense.
El poderío naval de Atenas (demostrado en la batalla de Salamina) la erigirá en
centro económico y cultural del mundo antiguo.
Desde el punto de vista
cultural, durante el siglo V surgen en Atenas
diversos géneros literarios, como la
tragedia (Esquilo, Sófocles y, más tarde, Eurípides) y la comedia
(Aristófanes). También surge la historiografía de la mano de los primeros historiadores (el innovador
Heródoto y, después, el genial Tucídides). La medicina se desarrolla con Hipócrates
(conocido por su famoso juramento, que representa el ideal del buen médico,
dedicado en cuerpo y alma a la salud del paciente). Igualmente florecen las
ciencias (sobre todo geometría y astronomía). Eclosionan las artes del
discurso: gramática, retórica y oratoria (se hacen populares porque resultan
útiles en los debates políticos que tienen lugar constantemente en el Ágora).
También la música. Se establece, por otra parte, el canon artístico, o sea, un conjunto de normas aprendidas en las
escuelas de arte (la proporción, el equilibrio y la figuración realista), y a
partir de ese canon se crean numerosas obras de arte, destacando la escultura y
la arquitectura. En suma, una auténtica explosión cultural.
Pero no es oro todo lo que
reluce. En la segunda mitad del siglo V a. C. estallan las Guerras del Peloponeso, que enfrentan a la Liga de Esparta contra
la Liga de Atenas. Las rencillas seculares entre ambas ciudades llegan a su
clímax con las pretensiones atenienses de convertirse en capital de toda
Grecia. Se trata de guerras civiles, sangrientas y fratricidas que duran
aproximadamente treinta años. Como resultado, Grecia se deteriora, y ese clima
de decadencia será aprovechado por el rey Filipo
de Macedonia: a mediados del siglo IV a. C. conquistará todas las ciudades
griegas. Esto marcará el fin de la polis como modelo de organización
política y social.
Respecto al contexto filosófico, la Grecia clásica
nos brinda el giro antropológico de la
filosofía, una apuesta por la centralidad del ser humano como tema de
debate. Los sofistas por un lado, y Sócrates, Platón y Aristóteles por
otro, serán quienes definan el pensamiento venidero (hasta nuestros días) como
una pugna entre relativismo-escepticismo y realismo-idealismo a la hora de fundamentar racionalmente la validez del
conocimiento humano (razón teórica) y la validez de las normas morales y
políticas (razón práctica).
D)
Helenismo (siglos III a. C. – año 313 de nuestra era, Edicto de
Milán promulgado por el emperador romano Constantino).
El helenismo es un largo
periodo histórico que abarca numerosas culturas y tradiciones, con el único
punto en común de que, para todas ellas, la cultura griega seguirá siendo
referencia (tanto en el uso del griego como lengua culta, cuanto en el aprecio
a su arte, literatura, conocimiento y filosofía).
Se considera que el imperio alejandrino marca el inicio del
helenismo porque, por una parte, destruye las fronteras del "mundo
conocido" por los griegos, encaminándose al cosmopolitismo (idem est,
sentimiento de pertenencia del individuo a un mundo de diversas culturas) frente
a los mitos tradicionales de autoctonía (i.e.,
sentimiento de "pertenencia a la tierra" por parte de los antiguos
ciudadanos y habitantes de la polis). Por otra parte, el imperio alejandrino es
responsable de extender la cultura griega más allá de sus fronteras,
convirtiéndola en referencia cultural universal.
Durante el Helenismo, la
capital cultural del mundo se traslada a Alejandría,
gracias a dos instituciones que impulsa el primer Ptolomeo, antiguo general de
Alejandro Magno: el Museo y la
Biblioteca. Durante el Helenismo suceden tres cosas. En primer lugar, se
produce una compilación de todo el
saber antiguo (se organizan los escritos de Platón y Aristóteles, se compilan
las obras poéticas, trágicas, etc., según el género literario; se redactan las
versiones de las obras mitológicas de Homero y Hesíodo que han llegado a
nuestros días). En segundo lugar, se especializan diversas ciencias. Cabe
destacar, en matemáticas, a Euclides (sus
Elementos de geometría marcarán un
antes y un después en la manera de plantear ensayos matemáticos); en física, Arquímedes; en astronomía brillará el
sistema geocéntrico de Ptolomeo (no
confundir con el general de Alejandro Magno), que permanecerá inalterable hasta
Copérnico. En medicina, conviene resaltar la figura de Galeno y su estudio de los fluidos corporales, como la bilis
(llamados por él "humores"), continuador de la medicina hipocrática.
En tercer lugar, la filosofía se organiza en torno a las llamadas escuelas helenísticas: estoicismo, epicureísmo y escepticismo.
Todas tienen en común perseguir la felicidad del individuo, que se ve
"arrojado" a un mundo cosmopolita donde ya no hay lugar para el
ejercicio de la democracia directa. Estas filosofías responden, en suma, al
sentimiento de pérdida de control sobre el mundo, cuyos límites se hacen cada
vez más amplios, en un Imperio Romano que se afana en defender sus vastas
fronteras.
Alejandría pervivirá hasta ser
arrasada por orden del emperador. Este será el principio del fin del Helenismo.
El emperador Constantino proclamará,
en el Edicto de Milán (313 d. C.),
la oficialización del cristianismo, considerada a partir de
entonces como única religión verdadera y, por lo tanto, única verdad. Todo el
pensamiento antiguo quedará tachado de herejía.
Así dará comienzo un nuevo paradigma.
1.2 EL PASO DEL MITO AL LOGOS
(Visión sincrónica).
Hasta hace apenas cien años,
se consideraba que, en la antigua Grecia, alrededor del siglo VII a. C., surgió
de forma espontánea el pensamiento racional precursor de la ciencia moderna.
Según esta teoría de la generación
espontánea, el pensamiento mitológico, totalmente fantástico y de corte
animista-religioso, fue abandonado, de buenas a primeras, por los filósofos presocráticos, quienes
desarrollaron de forma novedosa un pensamiento racional que trataba de explicar
el mundo sin recurrir a fuerzas sobrenaturales y fantasiosas. El problema de
esta teoría es que no logra explicar por qué en Grecia (y no, por ejemplo, en
el antiguo Egipto, en Mesopotamia, en la India o en China) surgió la filosofía.
Por suerte, los estudios de filología clásica que se desarrollaron
a partir de la segunda mitad del s. XIX, más la aportación de diversos
filósofos a lo largo del XX, han echado por tierra esa teoría, demostrando que el tránsito del mito al logos no es un
corte radical.
Para empezar, las palabras épos,
mithos
y lógos
se usaban indistintamente en griego arcaico para referirse al decir relevante, no trivial, digno de
consideración. Las obras de Hesíodo y las atribuidas a Homero se denominaban épos (de
ahí la palabra "epopeya", que es la narración de un gran
acontecimiento protagonizado siempre por un personaje ilustre[1]).
Dentro de cada obra, se llamaba mithos y lógos a cualquier
fragmento significativo (es decir, cualquier escena o conjunto de versos que
aportase algo digno de consideración en sí mismo). Esto revela que, para los
antiguos griegos, la mitología encierra
cierta sabiduría y anima a la reflexión[2].
Las obras de Homero y Hesíodo
remiten a numerosos temas que entroncan con la filosofía: el origen del cosmos,
el sentido de la vida, la condición humana, la responsabilidad moral, la
justicia, la tragedia... No es de extrañar, por tanto, que la filosofía haya
surgido del mito.
Sin embargo, una vez aparecen
los primeros filósofos las diferencias
con la mitología se hacen evidentes. A grandes rasgos, el mito siempre es
narrado por una diosa: el poeta invoca a la Musa para que le cante los grandes
acontecimientos que "se deben recordar". El filósofo (excepto
Parménides), no invoca a la musa ni escribe en versos, se limita a reflexionar
sobre el sentido de la realidad y a transcribir el producto de sus reflexiones.
Por otra parte, el discurso mitológico
explica la realidad aludiendo a la intervención de dioses y fuerzas
sobrenaturales (recordemos la historia del cazador Orión y las Pléyades, o la
historia del titán Prometeo, quien roba el fuego a los dioses para dárselo a
los hombres, acción por la que será condenado a un sufrimiento eterno, su
cuerpo encadenado a una roca y picoteado por los cuervos). El discurso racional, en cambio, expone una teoría y la justifica
con argumentos lógicos.
Ahora bien, en los presocráticos hay una mezcla de
ambos discursos. No existe todavía la prosa ni el ensayo, se están creando.
Parménides escribe versos que le narra una diosa. Heráclito y Anaximandro
escriben aforismos, una mezcla de lenguaje racional y poético.
Heráclito será el primero en utilizar
la palabra lógos para hablar de la "razón" que recorre la
naturaleza. No es la razón humana, tuya, mía, sino "el orden que da
sentido a la realidad".
Si consideramos la Ilíada de Homero, donde se narra la
guerra de Troya y la cólera de Aquiles, veremos que no hay "buenos y
malos", sino que cada personaje tiene su razón de ser. Aquiles, Héctor,
Odiseo, Paris, Agamenón, Helena, etc., viven y luchan en una guerra trágica y
sangrienta, pero todos se limitan a vengar la muerte de sus seres queridos o bien
a conservar su honor (es decir, actúan por razones que no pueden esquivar). Por
eso, podemos decir que en los mitos griegos, en las grandes obras de Homero y
Hesíodo, hay una razón latente, un lógos que interrelaciona todos los
acontecimientos y todas las decisiones[3].
Por eso, no debe extrañarnos que la primera pregunta filosófica (y el origen
del pensamiento racional), haya surgido de la mitología griega, y sea esta: ¿por qué y cómo puede haber orden (sentido,
razón) en el puro caos (sinsentido, tragedia)?[4]
1.3 LOS PRESOCRÁTICOS: EL
PENSAMIENTO COSMOLÓGICO.
Los presocráticos fueron una
serie de filósofos, anteriores a Sócrates[5],
que vivieron entre los siglos VII y VI a. C en diversas ciudades griegas a lo
largo y ancho del Mediterráneo. Se caracterizan por desarrollar teorías sobre
el origen y el sentido del cosmos. Todos
buscan el principio que rige la naturaleza (physis).
A ese principio lo llaman arjé.
Resumiendo, la filosofía
presocrática se plantea dos preguntas relacionadas:
1ª) ¿Cuál es el principio que
rige o gobierna el cosmos?
2ª) ¿Por qué y cómo puede
haber orden en el caos?
Los historiadores se han
puesto de acuerdo en clasificar a los presocráticos en dos grandes grupos,
según defiendan un sólo arjé o
varios: monistas y pluralistas,
respectivamente.
MONISTAS:
a) Los jonios o milesios: Tales de Mileto, su discípulo Anaximandro y el discípulo de este
último, Anaxímenes. Viven en Jonia,
Asia Menor (costa del Egeo de la actual Turquía).
A Tales de Mileto se le
atribuyen dos ideas filosóficas: 1ª) El arjé
es el agua. Se trata de pensar "el agua" no como elemento
físico-material (H2O), sino atendiendo a sus cualidades naturales:
la humedad, el fluir, filtrarse, solidificarse y evaporarse. Por eso, considera
que el agua cohesiona el cosmos y funciona como principio rector. 2ª) Se le
atribuye la siguiente frase: "Todo está lleno de dioses". A este
pensamiento se le denomina "hilozoísmo" (del griego hyle= "materia", y zoé= "vida"). Significa que,
en el cosmos, todas las cosas están interrelacionadas, es decir, que, para
conocer la verdad de una cosa debemos explorar las relaciones que mantiene con
el resto. De ahí que nada resulte trivial o irrelevante: todo encierra una
razón de ser, y el sabio se encarga de descubrirla.
Anaximandro sostiene que el arjé es el áperion= "lo indefinido, aquello que no se puede
definir". Afirma que todo nace del ápeiron
y, al morir o perecer, vuelve a él. Describe el mundo (la realidad, el cosmos)
como sucesión de injusticias, de lucha, guerra, de estados de desorden y desequilibrio
donde unas cosas se imponen a otras. Pero sostiene que el paso del tiempo pone
a cada cosa en un sitio, es decir, genera un orden y una justicia (equilibrio)
en abstracto[6]. Se
trata de un pensamiento muy parecido al de Heráclito.
Anaxímenes, por su parte,
considera que el arjé del cosmos es
el aire (y recalcamos que atiende a sus cualidades (condensar y rarificar), no
lo piensa como compuesto físico-material de oxígeno, nitrógeno, hidrógeno y CO2.
b) Los pitagóricos: se trata de una secta religiosa y hermética cuyo
fundador, según se cuenta, fue Pitágoras
de Samos.
Los pitagóricos afirman que el
arjé
es el número. Pero no los
números en general, ni un número cualquiera, sino uno en concreto que, para
ellos, tiene carácter sagrado: la tetraktis. Se trata de la
organización de cuatro números que, a su juicio, estructuran y ordenan toda la
realidad: el uno (que representa la unidad, es decir, "el todo mayor que
la suma de las partes", en el sentido de que si me amputan la mano, yo
sigo siendo "yo"); el dos (que representa la dualidad, es decir, una
realidad que tiene siempre dos caras o que se forma por oposición
(afirmación-negación, día-noche, izquierda-derecha, par-impar,
masculino-femenino....); el tres (que llaman el "cierre", en tanto que
tres puntos forman el polígono más simple, el triángulo); y el cuatro (que
llaman "sólido", y representa el despliegue de la estructura armónica
de la tetraktis en un triángulo
equilátero de lados formados por cuatro puntos cada uno, y que dispone, de
arriba a abajo, los cuatro números, de forma que resulte divisible en múltiples
triángulos equiláteros).
La importancia que los
pitagóricos atribuyen a los números para la comprensión de la realidad influye
notablemente en Platón. Al igual que su hipótesis de la inmortalidad y transmigración de las almas (metempsícosis).
Cabe destacar que fueron los
primeros (que sepamos) en descubrir las relaciones entre música y matemáticas
(armonía musical), con su estudio de los intervalos y su transcripción en
fracciones (cuartos, octavas).
c) Heráclito de Éfeso
Apodado "el oscuro"
por ser despiadado con el lector, Heráclito escribe aforismos, una mezcla de
lenguaje racional y poético que genera frases de difícil interpretación y
encierran significado filosófico.
Según Heráclito, el arjé
del cosmos es el fuego (el continuo encenderse-apagarse, el consumir y
brotar de la llama, que se mantiene viva al mismo tiempo que destruye).
Considera que la realidad es puro movimiento, constante fluir (dinamismo de la realidad), y además
guerra perpetua, lucha y combate (dialéctica,
tensión entre contrarios).
Es el primer filósofo en
introducir la palabra lógos para referirse a la razón
(orden) que atraviesa la naturaleza (physis).
¿Cuál es, según Heráclito, ese orden? Pues lo que hemos leído en el párrafo
anterior: la dialéctica y el dinamismo. Heráclito afirma que el lógos es el mismo para todos los
mortales (habitamos la misma realidad), pero también dice que, pese a ello,
vivimos como si cada uno de nosotros tuviésemos nuestro propio entendimiento.
Es decir, Heráclito diferencia entre la razón natural que regula el cosmos, y
la razón humana con la que generamos nuestras propias opiniones y pensamientos.
También es el primero en
utilizar la palabra aletheia= verdad.
Esta palabra está formada por el prefijo a
(que indica negación) y por la raíz leth
(tomada de un verbo que significa "ocultarse"). Por lo tanto, aletheia significa, literalmente,
"desocultarse, salir a la luz". Según Heráclito, el sabio es aquel
capaz de no conformarse con las apariencias de las cosas. Su amor al saber (su
filosofía) lo lleva a descubrir las razones de todas las cosas, razones que
pasan desapercibidas por el grueso de los mortales, que vivimos conformados en
nuestra cotidianidad, sin preguntarnos por qué las cosas son así ni cuál es su
sentido.
Antes de conocer a Sócrates,
se cree que Platón fue discípulo de Crátilo (principal continuador de
Heráclito). De él tomará esa idea de dinamismo, mutabilidad o cambio perpetuo
para caracterizar el mundo sensible.
d) Parménides de Elea
Parménides escribió su Poema de la diosa sobre los caminos del
saber. En él afirma que sólo hay un camino de la verdad: "que el ser
es y el no-ser no es". Por lo tanto, lo único verdadero, lo único
"que es", es "el ser". A partir de aquí, Parménides caracteriza "el ser"
como arjé del cosmos. Afirma que
el "el ser" es:
-inmutable (no puede cambiar, siempre es el mismo, porque si
cambiase dejaría de ser lo que fue o lo que será... o sea, introduciría el
no-ser, cosa que, según se dice al comienzo, no puede darse ya que el no-ser
"no es").
-inmóvil (no puede moverse, "el ser" representa la
quietud, ya que, si se moviese, cambiaría de posición, y hemos razonado que
"el ser" es inmutable).
-eterno (no puede tener principio ni final, nacimiento ni muerte, porque
nacería del no-ser y, tras perecer, volvería al no-ser).
-circular ("el ser" es "la redonda verdad"; fijémonos que eterno no es sinónimo de
infinito. Lo infinito es aquello que se extiende sin límites, lo eterno, en
cambio, es sinónimo de perfección: para representar la eternidad, los antiguos
griegos, como Parménides, representaban el movimiento circular uniforme que
veían en las estrellas: es una figura cerrada).
-perfecto (volvemos a la representación del círculo como figura de
perfección: una línea cerrada cuyos puntos están todos a la misma distancia del
centro). Parménides interpreta la imperfección como sinónimo de no-ser.
-indivisible ("el ser" no se puede dividir porque la
división supondría la irrupción de un no-ser que divide; en otras palabras:
entre una parte y otra y otra ¿qué habría? si decimos "algo",
entonces es "ser" (luego, no habría división), y si decimos
"nada", entonces es no-ser; el no-ser no es, por tanto, bajo
cualquier condición, "el ser" resulta indivisible)
Platón beberá de la filosofía
de Parménides para caracterizar "el ser" de las ideas.
e) Heráclito vs Parménides
Pese a las diferencias entre
ambos, los dos introducen cuatro conceptos que marcarán la historia de la
filosofía (y que influyen, de forma decisiva, en Platón):
Conceptos
ontológicos: "esencia" y "apariencia". Los
dos filósofos sostienen que la realidad se presenta de dos formas: como
apariencia y como esencia. La apariencia
es falsa, engañosa (como la
punta del iceberg); la esencia, en
cambio, es la auténtica realidad que permanece
oculta, sumergida, y que sólo se
descubre a través de la reflexión filosófica. Para Heráclito, la esencia es
el puro dinamismo de la realidad, mientras que la apariencia consiste en creer
que las cosas "permanecen". Para Parménides justamente al contrario:
la esencia es "el ser" inmóvil, y la apariencia es la ilusión del
cambio y del movimiento.
Conceptos
epistemológicos: "verdad" y "opinión".
Ambos pensadores dicen que el filósofo accede a la verdad, mientras el común de
los mortales vive en la ignorancia, en la mera "opinión". La verdad es, para Heráclito y
Parménides, el conocimiento de la
esencia. La opinión es
simplemente la creencia en las
apariencias.
f) Eléatas vs heraclíteos
Parménides y Heráclito
influyen y atraen a numerosos filósofos, que fundarán dos escuelas enfrentadas:
los eléatas o parmenídeos, y los heraclíteos.
Los defensores de Parménides
dedicarán todos sus esfuerzos en demostrar
la negación del movimiento, mientras que, los defensores de Heráclito
tratarán de demostrar la afirmación del
puro movimiento. A este debate filosófico se le conoce como dialéctica ser-devenir. El
"ser" representa la quietud, la inmutabilidad, mientras que el
"devenir" representa el puro dinamismo, el fluir, el movimiento.
Para ilustrarlo con un
ejemplo, pensemos en el desarrollo de una planta a lo largo del tiempo:
semilla-brote-planta-flor-fruto-semilla... Pues bien, los eléatas dirían: el
"ser" de la planta permanece inalterable sea cual sea su estado,
porque en el "ser planta" están contenidos, indivisibles, todos sus
momentos; los heraclíteos dirían: no hay "ser" de la planta porque la
planta es puro dinamismo, cambio continuo de un estado a otro, o sea, "el
ser planta" está abocado al movimiento y al cambio continuo, la quietud es
una ilusión.
Los
presocráticos "pluralistas" llegan para resolver este debate y
demostrar en qué sentido hay movimiento y en cuál permanencia. Para lograrlo,
se verán obligados a introducir principios múltiples.
LOS PLURALISTAS
a) Empédocles: afirma que el arjé son los cuatro elementos: aire,
agua, tierra y fuego. Lo que permanece, aquello que nunca varía, es la
existencia de cuatro elementos. Lo que cambia (y explica el movimiento y la
mutabilidad de las cosas) es la diversa combinación de elementos (más o menos
aire, más o menos agua, etc.). Subrayamos que los elementos no son compuestos
físico-materiales, sino cualidades naturales: el aire (condensar-rarificar), el
fuego (ascender), el agua (la humedad, el fluir, el penetrar), la tierra (caer,
empujar hacia abajo).
b) Anaxágoras: defiende que el arjé
son las homeomerías
("semillas"), las cuales resultan innumerables (que no infinitas) y
cada una con propiedades únicas. El cosmos se ordena a partir de estas
semillas, dispuestas y combinadas para formar los diversos entes. Pero, ¿quién
o qué las dispone y las ordena? Según Anaxágoras, la physis revela un intelecto o inteligencia ordenadora (en griego: nous). Tal intelecto no es humano ni
divino, es simplemente algo inherente a la naturaleza, responsable de que en el
cosmos haya orden y sentido en vez de puro caos. Cabe resaltar que Platón
tomará esta idea del nous para
caracterizar al Demiurgo.
c) Atomistas (Leucipo y
Demócrito): según los atomistas, el arjé
del cosmos y de la physis son los átomos, elementos indivisibles y
minúsculos que se combinan aleatoriamente porque se mueven en el vacío. Lo
único que permanente son los átomos. El movimiento se debe, como hemos dicho, a
la existencia del vacío, el cual permite que los átomos se desplacen y se
agreguen o disgreguen. Para los atomistas, la naturaleza del mundo es, en
último término, el azar (combinaciones aleatorias de átomos).
1.4 EL GIRO ANTROPOLÓGICO DE
LA FILOSOFÍA GRIEGA. SÓCRATES Y LOS SOFISTAS.
Al empezar la Grecia clásica
(siglo V a. C.) se produce el denominado "giro
antropológico" de la cultura griega, no sólo de la filosofía. El ser
humano (y su cultura) se sitúa en el centro de la reflexión filosófica, del
arte, de la literatura, de la historia y de la medicina. Es parecido a lo que
ocurrirá en el Renacimiento quince siglos después, pero, en este caso, no se
produce una ruptura con la tradición, sino que se construye sobre ella. Por
eso, no debe extrañarnos que el historiador Heródoto, fundador de la
historiografía como disciplina de conocimiento, a la vez que intenta
desentrañar la verdad de los acontecimientos narrados en la Ilíada, por ejemplo, defiende la verdad
de los vaticinios de los oráculos (ver textos).
Para comprender el giro
antropológico y la explosión cultural de la Grecia clásica es imprescindible
detenernos, aunque sea por encima, en la Atenas de Pericles, ciudad que se
convertirá en eje y transmisora de la ilustración griega.
1.4.1 LA ATENAS DE PERICLES:
LA PRIMERA DEMOCRACIA.
Tras la victoria de los
griegos ante los persas en las Guerras Médicas, Atenas sale reforzada y
sobresale entre las demás ciudades-Estado gracias a su poderío naval. El
gobernador Pericles instaura la primera democracia de la historia. Recordemos que la palabra democracia está formada por demos ("pueblo") y kratos ("poder").
La democracia ateniense vive
su esplendor en los primeros cincuenta años del siglo V. Luego, en tiempos de
Sócrates, comienzan a registrarse las primeras críticas de corrupción y
demagogia. En la segunda mitad del siglo V suceden las Guerras del Peloponeso,
que concluyen con la derrota de Atenas. A la oligarquía (gobierno de los ricos
y poderosos) le sucede el Gobierno de los Treinta Tiranos. Una serie de
revueltas derroca la tiranía y restaura la democracia, pero en una forma
decadente que Platón criticará. Los años de Pericles nunca volverán a darse.
En
términos ideales (y respecto a los cuales se aproximaba
enormemente la Atenas de Pericles), la
democracia funcionaba en base a tres principios político-morales: isonomía, isegoría y parrhesia.
La isonomía era el sometimiento por
igual de todos los ciudadanos ante la ley (no había intocables). La isegoría era el derecho de todo
ciudadano a tomar la palabra en el ágora
(Asamblea de ciudadanos), para expresar su opinión sobre el tema que se
debatiese. Por último, la parrhesia
era la obligación moral de todo ciudadano a expresarse con absoluta franqueza
en los debates políticos.
La
democracia ateniense era directa, no representativa o indirecta. Los
ciudadanos estaban obligados a personarse en el ágora cada vez que se celebraba un debate político, y esto ocurría
a diario. Los ciudadanos también estaban obligados a desempeñar labores
judiciales (se realizaban sorteos para decidir al juez). Igualmente, los
ciudadanos estaban obligados a realizar el servicio militar (solo los
ciudadanos eran soldados). De todas las demás labores administrativas se
encargaban los esclavos.
En la Atenas de la época
clásica había unas doscientas mil personas. De ellas, solo veinte mil eran
ciudadanos. De hecho, la palabra demos, que significa
"pueblo", sólo se refiere a
los ciudadanos. Los requisitos para ser reconocido
ciudadano se reducían a ser hombre mayor de edad con raíces atenienses. Los
niños, los extranjeros, las mujeres y los esclavos quedaban fuera de la
política y carecían de derechos. Para la mentalidad griega de la época, el
machismo, la xenofobia y el racismo estaban a la orden del día. Pensemos que
los griegos llamaban bárbaros a cualquier persona que no supiese hablar griego
(barbarós es una onomatopeya en
griego antiguo que imita los balbuceos incomprensibles de lenguas extranjeras).
No obstante, si un hombre era
ciudadano, no importaba su profesión, ni su inteligencia, ni su cuna (si era o
no de familia aristocrática), ni su riqueza. A los ciudadanos pobres la polis les otorgaba una
"paga" para que no descuidasen
sus obligaciones políticas. Este interés
sin paragón por la participación de la ciudadanía en la política explica por
qué los ciudadanos atenienses deseaban adquirir cultura y conocimientos:
cuanto mayor fuese su conocimiento, mayor éxito cosecharían en los debates
políticos y más convincentes o persuasivos resultarían a oídos del resto. En
cierto sentido, la búsqueda de éxito
persuasivo abocará a la democracia ateniense a la demagogia y, finalmente,
a su autodestrucción (perfectamente
ejemplificada en la condena de Sócrates).
1.4.2 SÓCRATES Y EL MÉTODO
SOCRÁTICO
Sócrates, ciudadano ateniense
nacido en el 470 a. C. y condenado a muerte en el 399 a. C., es considerado el
primero de los tres grandes filósofos del paradigma antiguo (junto a su
discípulo Platón y el discípulo de este, Aristóteles). Situado siempre frente a los sofistas es, sin embargo, con ellos,
responsable de producir el viraje antropológico de la filosofía griega.
Uno de los aspectos más
llamativos de Sócrates es que no escribió ninguna obra, siendo fiel a su
filosofía, como veremos a continuación. Por eso, más que un "autor",
Sócrates debe ser considerado un acontecimiento histórico, es decir, su
filosofía está ligada indisolublemente a su figura de carne y hueso.
Lo que sabemos de él depende
de los testimonios de diversas personas que le conocieron en vida,
principalmente Platón, pero también el historiador Jenofonte y, con menor
relevancia filosófica, el autor de comedias Aristófanes, que se burla de él en
una obra titulada Las nubes.
A temprana edad Sócrates
mostró interés por el conocimiento de los presocráticos. Visitó numerosas
escuelas pero las diversas cosmologías no le resultaron convincentes. En un
peregrinaje al templo de Delfos, la
frase del oráculo le marcó para siempre: "Conócete a ti mismo". Sócrates dedujo que la verdad hay que
encontrarla en uno mismo; la verdad es, ante todo, autoconocimiento. Como veremos, la filosofía de Sócrates se
ejerce a través del llamado "método socrático", que desarrolla en
dos fases este pensamiento.
1ª fase: la ironía ("Sólo sé que no sé nada")
Sócrates
se hacía pasar por un ignorante total, excepto en una cosa, y es que reconocía
su propia ignorancia. Cuando presenciaba conversaciones, discursos,
debates, etc., enseguida mostraba interés y animaba a sus interlocutores a que
le ilustrasen en el tema que estuviesen tratando: la justicia, la política, el
arte, la virtud, el amor, etc. De
entrada, Sócrates provocaba la sensación de ser absolutamente respetuoso con
los pensamientos ajenos. En principio, era todo oídos. Esto envalentonaba
al interlocutor, que se quedaba satisfecho y seguro de sí mismo. Pero, al momento, Sócrates comenzaba el
asedio con preguntas: "¿Por qué?", "¿Qué es...?, "¿En
qué consiste...?, casi como un niño pequeño
que desea saber más, buscando
siempre que el interlocutor le ofreciese la definición exacta de aquello
que estuviesen tratando (el amor, la belleza, la justicia...). Las preguntas iban dirigidas a que el
interlocutor razonase los presupuestos de lo que había afirmado. La intención de Sócrates era llevarlo a un
callejón sin salida, para que reconociese sus prejuicios y, por lo tanto, su
total ignorancia respecto a todo aquello que, antes, había dado por sentado.[7]
Con la ironía socrática, podía
ocurrir una de dos cosas: o bien el interlocutor mandaba a Sócrates a paseo
(cosa bastante común, ya que no suele haber buenos perdedores), o bien
reconocía la propia ignorancia y liberaba su mente de prejuicios. Sólo en este
segundo caso, el interlocutor estaba preparado para la siguiente fase del
método (y, en cierto sentido, se convertía en discípulo).
2ª fase: la mayéutica ("Dar a luz mi propio
pensamiento").
La palabra mayéutica viene del antiguo griego y
significa "ayudar en el parto": es
la acción de las matronas y las parteras. Sócrates se hacía llamar
"matrona de ideas", en el sentido de que ayudaba a sus alumnos a "parir" o "liberar" el
conocimiento que llevaban dentro. ¿Cómo lo lograba? Con un juego o dialéctica "pregunta-respuesta"
similar al de la ironía, pero cuyo objetivo no era dejar en evidencia al
interlocutor, sino perseguir la exacta definición de aquello que se está
discutiendo (belleza, virtud, amistad, técnica, arte, etc.). Durante la mayéutica, uno pregunta y el
otro responde (a veces pregunta Sócrates, otras veces el interlocutor; los
roles se intercambian). Lo importante es ir generando hipótesis (definiciones
provisionales), para examinarlas, analizarlas y criticarlas con contraejemplos.
La mayéutica es un verdadero ejercicio de pensamiento, casi podríamos decir que
es la gimnasia del saber, porque mantiene nuestra mente limpia de prejuicios y
nos obliga a argumentar y razonar sin dar nunca nada por supuesto.
Es importante percatarnos de
que la mayéutica socrática nunca alcanza
la exacta definición, esta parece escaparse continuamente. Todas las hipótesis
se revelan, tarde o temprano, insuficientes, porque siempre aparece un
contraejemplo o una contradicción de términos y es necesario empezar un camino
alternativo. Este hecho desanimaba a los más impacientes. Pero Sócrates, lejos
de concluir que la verdad no existe o es inalcanzable, decía: la verdad de la
idea que estamos intentando definir es lo que nos permite seguir avanzando en
la definición, o sea, lo que nos permite seguir ofreciendo argumentos y
contraejemplos. Que no se alcance, no significa que no exista. Y el camino
andado no es inútil, puesto que hemos eliminado hipótesis que, de otro modo, se
habrían convertido en prejuicios. Si la verdad no existiese o fuese incognoscible,
no podríamos ejercer la dialéctica del pensamiento, no habría preguntas ni
respuestas.
Esto que acabamos de explicar,
es lo que llevó a Platón a pensar que las ideas (la idea de bien, justicia,
virtud, técnica... pero también "casa", caballo",
"nube", etc.) están en un plano de realidad distinto de la realidad
cotidiana: son trascendentales.
Sócrates se ganó tantos amigos
como enemigos. Pero entre estos últimos, gente poderosa e influyente a la que
Sócrates sacaba de quicio en el espacio público del ágora, porque los dejaba en
ridículo al poner de manifiesto su ignorancia (o malicia) y su incapacidad de
resultar convincentes en su presencia. Lo acusaron de profanar las creencias y
tradiciones religiosas y de corromper la mente de los jóvenes atenienses. Se le
dio la opción de exiliarse (condena al ostracismo) y perder sus derechos de
ciudadano, o bien de afrontar la muerte bebiendo de la cicuta (veneno mortal).
Sócrates eligió la muerte para dar ejemplo: haciendo ver que su juicio era a
todas luces injusto, y que no estaba dispuesto a desdecirse. Exiliarse habría
significado, para Sócrates, caer derrotado.
Cabe decir, por último, que a
Sócrates se le atribuye la primera noción del llamado "intelectualismo moral". Este
pensamiento argumenta que el comportamiento moralmente deplorable y la
injusticia provienen de la ignorancia, mientras que, al contrario, el saber y
la sabiduría nos encaminan al bien y a la justicia. Se considera que Platón y
Aristóteles desarrollan, cada uno a su modo, la misma idea. También suele
decirse que, frente al intelectualismo moral se sitúan los sofistas, pero esto
es algo totalmente discutible[8].
1.4.3 LOS SOFISTAS
Los sofistas fueron pensadores
griegos de distinta procedencia que viajaron a Atenas en calidad de extranjeros
(metecos). Carecían, por ello, de
derechos políticos y rango de ciudadanía. De modo que estaban obligados a
cobrar por sus clases de filosofía, de retórica (teoría de la argumentación) y
de oratoria (arte del discurso). Los historiadores están de acuerdo en
considerar que sus filosofías (escepticismo y relativismo principalmente)
fueron muy populares en Atenas debido a que proporcionaban una serie de
recursos para lograr el éxito social de la ciudadanía, es decir: la persuasión
de los oyentes en los debates políticos. Se atribuye a los sofistas el lema de
la retórica: "Hacer más fuerte el argumento más débil".
Son, junto a Sócrates, los
pensadores que introducen el giro antropológico de la filosofía. Destacaremos,
por orden de relevancia, cinco:
Protágoras: es
el fundador del relativismo,
filosofía que sostiene que toda verdad depende del ser humano y su cultura.
Suya es la famosa sentencia: "El hombre es la medida de todas las
cosas". En función de nuestra educación y nuestro punto de vista
atribuimos la validez de las cosas. La verdad y la validez en sí son
inalcanzables, porque depende de nuestra perspectiva (lo que es válido para ti,
no lo es para mí, y viceversa).
Gorgias: es
el fundador del escepticismo, según
el cual no podemos conocer la verdad ni hallar la validez de las normas
políticas y morales. Su argumento es el siguiente: "Nada es; si fuese,
sería incognoscible; si fuese cognoscible, sería incomunicable". Gorgias
afirma que el lenguaje humano supone una barrera infranqueable entre nuestro
pensamiento (significados) y las cosas en sí (referentes). Es decir, que cuando
pensamos o decimos "algo", ese algo no es una realidad independiente
(no teletransportamos cosas a nuestra mente cuando las pensamos ni las enviamos
por el aire con nuestras palabras). El lenguaje y el pensamiento nos alienan respecto a la verdad o
realidad en sí de las cosas.
Antifonte:
afirma que la realidad humana es una contraposición entre physis ("naturaleza") y nómos ("convención"). Las leyes naturales son necesarias
e inviolables (por ejemplo, el ciclo día-noche, el que todos los humanos seamos
mortales, etc.); en cambio, las leyes humanas (las convenciones y normas
culturales) son artificiales, no tienen validez más allá de la que nosotros le
otorguemos.
Hipias:
puede ser considerado un precursor del "cosmopolitismo" y defensor de
la igualdad de todas las personas ante la ley (incluyendo a mujeres y
esclavos). Afirma que los seres humanos, por naturaleza, somos diferentes, pero
la cultura es siempre convencional, artificial, de manera que no existen
razones para que las diferencias naturales se trasladen a las normas morales y
políticas. El esclavo debería tener tantos derechos como el hombre libre.
Calicles: al
igual que Hipias, sostiene que todos somos diferentes por naturaleza. Pero
concluye algo diametralmente opuesto: la única ley natural y verdadera es que
los fuertes someten a los débiles. Este pensamiento encierra una crítica
incisiva y corrosiva a la democracia ateniense -que se creía moralmente
superior a las demás formas de gobierno griegas-, a saber: en la democracia,
dice Calicles, los débiles (que son mayoría) se han organizado para dominar a
la minoría fuerte. Por tanto, ni siquiera la democracia se libra de seguir el
precepto de la única ley natural y verdadera: el gobierno del más fuerte.
Es
importante señalar que los sofistas desencadenan una atmósfera relativista y
escéptica que amenaza la posibilidad del conocimiento humano, tanto teórico
como práctico. Por eso, Sócrates, Platón y Aristóteles enfrentarán sus filosofías
a los sofistas, hasta el punto de que no resultan comprensibles sin ese
enfrentamiento.
[1] El personaje central de la
Ilíada es Aquiles, en la Odisea, Ulises (u Odiseo); en la Teogonía de Hesíodo, los dioses.
[2] Según el filósofo alemán
Hans-Georg Gadamer (s. XX), es un prejuicio tachar a la mitología griega de
"politeísmo religioso". En Homero y en Hesíodo se describen los
dioses, los titanes, los semidioses y los principales héroes mortales, pero
todo ello a través de narraciones mucho más cercanas a la literatura que a la
religión: no son "libros sagrados", no presentan dogmas de fe, sino
historias dignas de contar, porque no dejan indiferente a quien las lee o a
quien las oye recitadas por el poeta.
[3] Aquiles mata a Héctor,
porque Héctor mató a su mejor amigo. Héctor mató al mejor amigo de Aquiles para
defender a su hermano Paris. Paris es odiado por los aqueos porque secuestró a
Helena, hija de Agamenón. Agamenón, rey de los aqueos, quiere defender su
honor. Helena y Paris están enamorados. Paris mata a Aquiles para salvar su
propia vida, etc., etc. En las epopeyas mitológicas todos los comportamientos,
tanto de los dioses como de los mortales, están interrelacionados y tienen su
"razón de ser".
[4] La mitología griega define
la vida como pura tragedia, guerra, lucha, insatisfacción y pérdida. Pero, al
mismo tiempo, describe la gloria, el honor y la grandeza de los mortales que
forjan un sentido, un carácter de ser, en esa lucha y cuenta atrás para dejar
huella. La filosofía, por el contrario, tratará de hallar sentido a través del
pensamiento, sin plasmarlo en personajes literarios ni epopeyas.
[5] Los presocráticos
pluralistas, así como las diversas escuelas presocráticas, se extienden más
allá de la Grecia arcaica. En tiempos de Sócrates, en pleno siglo V, estaba
"de moda" el atomismo de Leucipo y Demócrito, y continuaban los
debates entre los seguidores de Heráclito y los de Parménides.
[6] Ojo, el orden (justicia,
equilibrio) del que habla Anaximandro nunca se da como tal en un momento
concreto, es decir, no se puede alcanzar en sí mismo: sólo se realiza a través
del tiempo en la sucesión de estados de desequilibrio (injusticias). Por eso lo
llama ápeiron y es abstracto. Pensemos, por ejemplo, en lo que hemos
dicho sobre la Ilíada: cada personaje
vive una tragedia (una injusticia), pero al leer la obra en conjunto
descubrimos las razones que empujan a cada uno, de forma que comprendemos el
sentido de la tragedia (y, por tanto, descubrimos el orden o la justicia en el
aparente caos).
[7] Por ejemplo, era común en
la época de Socrátes que los ciudadanos definiesen el concepto
"justicia" comparando las realidades políticas de diversas polis.
Cada ciudad (al ser autónoma y autárquica) tenía su propio sistema de gobierno.
En Atenas había democracia, pero en Corinto, Esparta, Tebas, Argos... había
otras formas políticas: oligarquías, monarquías, aristocracias, tiranías, etc.
Muchos griegos llegaban a la conclusión de que, fuese cual fuese el sistema de
gobierno, siempre ocurría lo mismo: gobernaban los más fuertes, sometiendo a
los débiles. Por tanto, concluían, la justicia es la ley natural del gobierno
del más fuerte. Así pues, Sócrates, al toparse con un ciudadano afín a esta
idea, le pedía, de entrada, que la expusiese para ilustrarle, puesto que él se
tenía por ignorante en la materia. El interlocutor comenzaba a enumerar casos
concretos: en Tebas hay esto, en Argos esto otro, en Esparta aquello, etc.,
etc. Sócrates razonaba, de la mano del interlocutor, que la idea de justicia,
lo que hay en común (o abstracto) entre todos los ejemplos mencionados es,
efectivamente, "la ley del más fuerte". Al asentir su pensamiento, el
interlocutor quedaba satisfecho. Pero entonces Sócrates le decía: " ya que
has mostrado a un ignorante como yo el sentido de la justicia, ilústrame, por
favor, tú que sabes, en este otro tema: ¿qué es la injusticia?". El
interlocutor, sorprendido o no, trataba de definirla aludiendo, de nuevo, a
casos concretos, pero esta vez eligiendo sólo ejemplos de gobiernos corruptos y
tiránicos. ¿Qué es la injusticia? La tiranía. ¿Y qué es la tiranía? El gobierno
del tirano. ¿Y qué es el tirano? El que somete a la polis para su propio
beneficio. ¿Y cómo puede someterla? Porque tiene la fuerza. "Entonces
-decía Sócrates- ¿estás diciendo que la injusticia es la ley del más
fuerte?". "En efecto", respondía el interlocutor. "¿Y no es
lo mismo que has dicho de la justicia?". He aquí el callejón sin salida.
[8] El sofista Protágoras, por
ejemplo, desarrolla una teoría de la educación encaminada a formar ciudadanos justos
y virtuosos. Los sofistas son pensadores diversos y complejos a quienes la
tradición les ha colgado el San Benito de "anti-filósofos". En muchos
casos se debe al desconocimiento de su filosofía; en otros, se debe a que los
principales sofistas, como veremos a continuación, son enemigos acérrimos del
dogma e imposibles de edulcorar por la tradición religiosa del paradigma
medieval, la cual se extiende más allá de la Edad Media.