jueves, 4 de febrero de 2016

TEORIA DE DESCARTES

DESCARTES Y LA MODERNIDAD

1. VIDA Y OBRAS:
René Descartes nació en La Haye (Turena, Francia) en 1596 y murió en Estocolmo en 1650 tras aceptar la invitación de la Reina Cristina de Suecia. Fue filósofo, matemático y físico. Se considera el padre de la filosofía moderna. También destacó por sus aportaciones matemáticas (como el eje cartesiano) y por llevar a la práctica el método científico moderno (hipotético-deductivo) en numerosos campos de investigación, desde la astronomía y la óptica hasta la biología.
Descartes mostró interés inicialmente por la física y las matemáticas, pero no tardó mucho tiempo en compaginar sus investigaciones científicas con la filosofía, fijando especial atención en la teoría del conocimiento y en las consecuencias metafísicas que se iban presentando. En la última etapa de su vida (murió a los 54 años), Descartes insistió en considerar el cuerpo humano como unión indisoluble de dos substancias (cuerpo y mente) y esbozó una moral científica (determinista) basada en causas físicas, o sea, en los efectos somáticos que producen los sentimientos y las pasiones.
Obras:
-Regulae ad directionem ingenii (Reglas para la dirección del entendimiento), escrita en 1628 pero no publicada hasta 1700.
-"Discurso del método", La Geometría, Dióptrica y Los Meteoros, todo ello escrito en francés, publicado en un solo volumen. El "Discurso del método" es la introducción a los tres ensayos científicos, y en ella Descartes desarrolla el núcleo de su filosofía. Fue publicada en 1637.
-Meditationes de prima philosophia (o Meditaciones metafísicas), publicada en 1641.
-Principia philosophiae (o Principios de filosofía), de 1644.
-Las pasiones del alma, escrita en francés y publicada en 1647.

2. CONTEXTOS:
a) Histórico-cultural
La vida y obra de Descartes se desarrollan durante la primera mitad del siglo XVII, en Francia. Hay dos acontecimientos histórico-culturales que caracterizan este contexto: la revolución científica y la Reforma de la Iglesia. Ambas fueron posibles gracias al Renacimiento y el Humanismo de los siglos anteriores.
La revolución científica abarca los siglos XVI, XVII y XVIII; es un símbolo de la modernidad. Comenzó con el astrónomo Copérnico, se desarrolló con Kepler y Galileo y culminó a finales del siglo XVII con la física de Newton.
En su obra Sobre las revoluciones de los cuerpos celestes, Copérnico propuso su famosa teoría heliocéntrica, según la cual la Tierra no es el centro del universo, sino que gira en torno al Sol junto con el resto de planetas. Años más tarde, Kepler confirmó los cálculos de Copérnico y, en su intento por corregir y definir aún mejor las trayectorias observables de los cuerpos celestes, demostró que las órbitas son, en mayor o menor medida, elípticas, no círculos perfectos como sostenía la tradición medieval basada en Aristóteles y Ptolomeo. Por su parte, Galileo inventó el telescopio, observó "de cerca" por primera vez los planetas del sistema solar hasta Saturno (incluido), desarrolló el método hipotético-deductivo[1] y lo aplicó al estudio de la naturaleza, proponiendo las primeras teorías de la física moderna sobre el movimiento, los pesos y la inercia. Galileo estaba persuadido de que la naturaleza se encuentra escrita en lenguaje matemático y que funciona con leyes autónomas comprensibles por la mente humana[2]. A su juicio, todo en la naturaleza es de suyo calculable (reducible a números), y la tarea del físico consiste en encontrar, por medio de las matemáticas, las fórmulas correctas que logren explicar y predecir el comportamiento físico de los entes. Varias décadas tras Galileo, Newton publicó sus Principios matemáticos. A partir de entonces, y hasta Einstein, las leyes de su mecánica del movimiento se convirtieron en teoría física universal, aplicable, en principio, a todo tipo de fenómenos (realizando, al fin, el ideal de Galileo de la matematización de la naturaleza).
La revolución científica rompió los pilares de la tradición escolástica medieval. Contradijo numerosas creencias oficiales -dictadas por la Iglesia- ampliamente extendidas, sobre todo la visión geocéntrica del universo y la imagen de que el mundo había sido creado por Dios. Por esa razón, tanto las teorías de la ciencia moderna como sus defensores fueron si no perseguidos, silenciados, condenados y obligados a retractarse. En este sentido, la Reforma de la Iglesia, a pesar de provocar guerras encarnizadas, generó una condiciones propicias para que -en según qué zonas- se cimentasen las bases del librepensamiento a lo largo del siglo XVIII y se acogiesen, de una vez por todas, las nuevas concepciones del mundo demostradas por la ciencia. Al respecto, cabe resaltar que Holanda se convirtió en el lugar con mayor libertad de opinión durante el siglo XVII. Allí desarrolló Descartes buena parte de su labor investigadora.
La Reforma de la Iglesia -o ruptura de la unidad católica provocada por la emergencia del protestantismo- tuvo lugar en el siglo XVI, debido en especial a las presiones de luteranos y calvinistas. En la época de Descartes, el XVII, las tensiones entre católicos y protestantes culminaron en la Guerra de los Treinta Años (el propio Descartes luchó en el frente). Dicha guerra asoló el centro de Europa, principalmente Alemania y Suiza. Los católicos defendían la unidad del dogma, la jerarquía eclesiástica y el Papado, mientras que los protestantes reclamaban la independencia frente al Papado y libertad a la hora de interpretar las Sagradas Escrituras, lo cual se considera otro símbolo de la modernidad (la libre interpretación de la Revelación). No obstante, luteranos y calvinistas pronto se convirtieron en tanto o más dogmáticos en sus respectivas creencias que la Iglesia Católica a la que tachaban de intolerante. En cualquier caso, la Guerra de los Treinta Años es una guerra entre potencias cristianas donde se disputa el control político, económico y militar de Centroeuropa (hasta entonces en manos del español Felipe II), todo ello bajo una retórica religiosa que alimentaba el fervor de la población.
Por otra parte, en el siglo XVII se consolidan los absolutismos monárquicos, excepto en Inglaterra, donde, tras una serie de guerras, se establece la primera monarquía parlamentaria. En Francia se centraliza el poder político y se crea el primer sistema burocrático centralizado. Asimismo, se inicia el colonialismo mundial por parte de las potencias europeas, se abren nuevos mercados y todo ello repercute en el espectacular crecimiento de la burguesía. Estos cambios sociales y económicos sin parangón explican el fin de la estructura social, política y económica medieval, el auge del capitalismo, la búsqueda de nuevas formas de organización social y política (como la burocracia centralizada o las exigencias de representación política por parte de la burguesía en Inglaterra).
Desde el punto de vista puramente cultural, cabe destacar el apogeo de la literatura (las obras de Shakespeare, Cervantes y el Siglo de Oro español). El estilo artístico propio del XVII es el barroco, caracterizado por la actitud pesimista ante la atmósfera de vertiginoso cambio.
b) Contexto filosófico:
La principal influencia que marca la filosofía de Descartes es la ciencia moderna. Su pensamiento está construido sobre el ideal de Galileo (matematización de la naturaleza), además de que él mismo ejerció el método científico en numerosos ámbitos de investigación.
Por otra parte, Descartes conocía la obra de algunos escépticos contemporáneos como Miguel de Montaigne. A ellos se enfrenta abiertamente tratando de encontrar, por medio de su método racional, verdades sólidas que superen "las más extravagantes hipótesis de los escépticos" (tal y como afirma en su "Discurso del método"). Frente a la pura duda del escepticismo, Descartes propone la certeza.
Cabe mencionar la influencia del estoicismo en la ética cartesiana. La idea de no luchar contra la fortuna (y tratar de dominar sólo aquello que está en nuestras manos), así como la coherencia y constancia en nuestras decisiones o la práctica de la moderación en nuestros hábitos y costumbres, son máximas originalmente estoicas que vemos repetidas en Descartes.
Hay que subrayar que Descartes, pese a ser "el primer filósofo moderno", tiene medio cuerpo, por así decirlo, en la Edad Media. El pensamiento escolástico está presente en la filosofía de Descartes, en sentido positivo y negativo. Por un lado, Descartes hereda sin cuestionar ciertas nociones y argumentos escolásticos, como las nociones de substancia, la necesidad de demostrar la existencia de Dios como garantía metafísica del conocimiento y de la realidad, el argumento ontológico (que usa como prueba para demostrar la existencia de Dios) o el argumento según el cual la causa nunca puede ser menor que los efectos. Pero, por otro lado, la epistemología de Descartes es una crítica directa al silogismo escolástico y a las esencias universales. En esta crítica podemos ver cómo, para Descartes, las esencias universales de las que hablan los escolásticos son fruto de la abstracción y generalización a partir de ideas más simples. Y es aquí, en su epistemología, donde se aprecia el triunfo del nominalismo de Ockham.
Por último, si bien la obra de Descartes no gozó de ningún apoyo institucional (ya que se enfrentaba a la posición oficial universitaria de los escolásticos), sí tuvo enorme difusión, hasta el punto de que las dos corrientes filosóficas que se desarrollan a lo largo del siglo XVII, racionalismo y empirismo, tienen su origen sobre la crítica y revisión del pensamiento cartesiano. Así, por ejemplo, Spinoza dedica su primera obra a comentar las Regulae, y Locke construye su empirismo sobre la base del rechazo al innatismo de las ideas que defendió Descartes.

3. LA FILOSOFÍA DE DESCARTES:
3.1. El sujeto de conocimiento como idea clave de la modernidad.
Con Descartes entramos en un nuevo paradigma filosófico, la modernidad. Para los antiguos griegos, las nociones "verdad" y "realidad" giraban en torno a la physis, la naturaleza, "el ser". Debido a ello, por ejemplo, las "ideas" platónicas no son propiamente "mentales" o psicológicas, sino reales, pertenecientes a la naturaleza oculta del cosmos. Al llegar a la Edad Media, la filosofía experimenta un cambio crucial ya que la physis deja de concebirse como principio último de todas las cosas (el mundo entero se considera "creación de Dios"); con el cristianismo, por tanto, el fundamento de la realidad es Dios y la verdad se manifiesta en la Revelación de las Sagradas Escrituras. Así, cualquier verdad o realidad que pretenda justificarse en el paradigma medieval ha de basarse o derivarse de un modo u otro a partir de la religión. Pues bien, Descartes, sin renunciar a la creencia en Dios (pero demostrando la total independencia de la Razón frente a la Fe), va a sustituir la idea clave del paradigma medieval por otra que recorrerá toda la modernidad filosófica: el sujeto de conocimiento. En sus Regulae ad directionem ingenii, leemos: La verdad o la falsedad no pueden estar en sentido propio en ninguna otra parte sino solamente en la inteligencia.
Es, por tanto, en el sujeto de conocimiento, es decir, en "el yo que razona y se enfrenta al conocimiento de la verdad", en el único lugar donde pueden encontrarse los rasgos que conforman el carácter de ser de la verdad. Reparemos en que la nueva idea clave implica que la filosofía moderna va a centrarse sobre todo en epistemología, ya que buscará las características, los métodos y la estructura del sujeto de conocimiento[3].

3.2. LA EPISTEMOLOGÍA DE DESCARTES.
3.2.1. Razón y certeza.
En este fragmento, también extraído de sus Regulae ad directionem ingenii, leemos:
Todas las diversas ciencias no son otra cosa que la sabiduría humana, la cual permanece una e idéntica, aun cuando se aplique a objetos diversos, y no recibe de ellos más distinción que la que la luz del sol recibe de los diversos objetos que ilumina.
Para Descartes, "la sabiduría humana" es la razón, la facultad racional del ser humano, la capacidad de examinar, analizar, cuestionar, dudar, criticar, imaginar... en suma, las múltiples tareas de las que es capaz nuestro pensamiento racional. Según hemos leído, la razón humana es una e idéntica aunque verse sobre diferentes asuntos. La epistemología de Descartes trata de demostrar que la razón es universal y necesaria. Universal porque, además de ser aplicable al conocimiento de todas las cosas, será la misma para todo aquel que la utilice correctamente. Necesaria porque la verdad, a juicio de Descartes (recordemos el fragmento anterior), sólo tiene lugar en la inteligencia (por lo tanto, sin razón no existiría la verdad; la razón es la condición de posibilidad de la verdad).
Dado que tiene lugar en la inteligencia, Descartes afirma que la verdad es la certeza o evidencia, en otras palabras: algo es verdadero siempre y cuando nos resulte presente y manifiesto, o sea, cuando lo concebimos de manera clara y distinta, cuando no es ni engañoso ni ambiguo, cuando somos capaces de entenderlo a la primera y, en la medida en que lo hemos entendido, somos capaces de reproducirlo tantas veces como sea necesario. La certeza, según Descartes, exige que seamos capaces de construir racionalmente el objeto de conocimiento. Por ello, la evidencia no consiste en aceptar por verdad algo que nos venga dado de fuera (sea en forma de creencia, prejuicio, o simplemente a través de los sentidos). La verdad exige la certeza, y la certeza requiere de nuestra parte la absoluta comprensión racional de aquello que se trate en cada caso. Por eso la verdad sólo tiene lugar en la inteligencia (y nunca, por ejemplo, en la mera opinión, ni en la repetición ignorante de creencias aceptadas).
Los requisitos de la certeza son la claridad y la distinción. Repitiendo lo anterior, Descartes afirma que algo es "claro" si resulta "presente y manifiesto", es decir, cuando no necesitamos comprender previamente otra cosa para entenderlo. Por otra parte, algo es "distinto" cuando no contiene contornos borrosos, o sea, cuando somos capaces de reconocerlo y resaltarlo de lo demás toda vez que se presente.
De entrada, la novedad que introduce Descartes (además de la noción de sujeto de conocimiento), es la crítica al argumento más utilizado por los escolásticos, el argumento a la autoridad. Por consiguiente, no debemos tomar por verdadero nada que no haya sido examinado por nuestra razón y juzgado como evidente por sí mismo.
3.2.2. La deducción cartesiana versus el silogismo escolástico.
Descartes critica duramente el método escolástico de conocimiento: el silogismo. A grandes rasgos, los silogismos medievales se construyen presuponiendo la realidad de una esencia universal. A partir de esa presuposición, se deducen ideas menos universales que caen dentro de la esencia, o bien se opera "hacia arriba", llegando a nociones aún más universales que están presupuestas en la esencia que se tomó como punto de partida. Por ejemplo, en la esencia "ser humano" están presupuestas las de "ser animal", "ser vivo" y, por encima de todo, "ser". Si vamos hacia abajo, tendríamos que desplegar la esencia "ser humano" en todas las características que lo distinguen del resto de animales: "ser racional", "ser cultural", etc.
Descartes considera que las esencias universales, además de que son tomadas como ciertas "porque sí", son fruto de la abstracción de la mente, obtenidas a través de generalizaciones. Por este motivo, son inevitablemente vagas, ambiguas y confusas[4].
La deducción cartesiana, por el contrario, opera de forma diametralmente opuesta. En la Regla VI de sus Regulae, Descartes define los conceptos que operan, a su juicio, en toda deducción:
-Absoluto: los elementos más simples y más fáciles, "todo aquello que contiene en sí la naturaleza pura y simple de que se trata". Por ejemplo, los puntos de un línea, los ángulos de un triángulo, etc.
-Relativo (respectivum): “todo aquello que contiene esa misma naturaleza, o al menos participa en algo de ella, por lo cual puede ser referido a lo absoluto y deducido de ello mediante cierta serie, pero que además contiene en su concepto algunas otras cosas que yo llamo relaciones (respectus)”. Es decir, una construcción compleja a partir de elementos simples donde dichos elementos se encuentran en relaciones determinadas. Por ejemplo, un triángulo es relativo en relación a los ángulos, los puntos y las líneas que lo constituyen.
A partir de la definición de ambos conceptos ("absoluto" y "relativo"), Descartes define la deducción: “construcción de lo relativo a partir de lo absoluto” o “intuición de lo relativo precisamente como relativo”. Por consiguiente, la deducción puede realizarse de dos formas: En primer lugar, construyendo lo relativo a partir de lo absoluto según determinadas reglas de construcción (las cuales vienen dadas por los elementos absolutos que se utilizan). Por ejemplo, construir polígonos a partir de líneas y ángulos. En segundo lugar, la deducción también consiste en intuir que un constructo es relativo a los elementos simples y a las relaciones determinadas que lo constituyen, como el anterior ejemplo del triángulo.
A juicio de Descartes, el "orden del ser", es decir, la verdad pura, recorre el camino de la deducción, va de lo simple o absoluto a lo complejo o relativo, como el universo matemático. Pero ese orden es tan solo un ideal que no coincide con el orden de la investigación: en el mundo real siempre nos encontraremos con fenómenos naturales complejos que debemos analizar y comprender llevándolos poco a poco hacia lo más simple y más fácil. Descartes se percata de que si ambos órdenes o caminos fuesen idénticos, el conocimiento humano de la naturaleza sería una deducción continuada y una especie de acto de creación del mundo a partir de elementos simples y puramente intuitivos. Los fenómenos nos vienen dados envueltos en dificultad y confusión; es la inteligencia humana la que debe arrojar luz mostrando cómo lo más simple y lo más fácil está organizado de determinada forma en ellos[5].
3.2.3. Extensión y número.
Podemos observar cómo Descartes interpreta la verdad desde el punto de vista de las matemáticas. A su juicio, la naturaleza misma (el mundo) resulta cognoscible en la medida en que puede ser reducida al número y al cálculo, es decir, comprensible matemáticamente. El famoso eje cartesiano no es sino la representación gráfica de cómo podemos convertir extensiones (cuerpos) en números, y viceversa.
3.2.4. El método cartesiano.
En el "Discurso del método", Descartes resume de forma brillante las principales reglas que estableció en su primera obra, presentando un método de conocimiento de fácil manejo, reducido a cuatro reglas:
1ª) Regla de la evidencia: sólo debemos considerar verdadero aquello que nuestra mente haya captado como evidente por sí mismo.
2ª) Regla del análisis: dado un problema difícil, debemos descomponerlo mediante el análisis en otros más simples que lo constituyen, los cuales resultarán más fáciles de solucionar.
3ª) Regla de la síntesis: una vez hemos resuelto los problemas más simples y fáciles, vamos aumentando la dificultad recomponiendo poco a poco, mediante la síntesis, el problema inicial.
4ª) Regla de la enumeración o memoria: se trata de llevar una agenda o recuento de todos los pasos que hemos realizado anteriormente para no dejar nada en el camino que pudiese alterar nuestros resultados.
Descartes critica los métodos tradicionales impartidos en la escolástica por su enorme complicación. Esto es perjudicial en dos sentidos: por un lado, son métodos poco fiables, ya que inducen al error. Por otra parte, son métodos de difícil aprendizaje y por tanto poco aptos para una "razón" que aspira a ser universal (accesible para todos).
3.3. LA ONTOLOGÍA DE DESCARTES.
3.3.1. El problema del solipsismo.
El primer problema al que se enfrenta Descartes, una vez ha desarrollado su teoría del conocimiento, es el denominado "problema del solipsismo". Se trata de un problema común a cualquier filosofía que defienda, como el racionalismo, que los criterios de validez del conocimiento se encuentran no en el mundo, ni en Dios, ni en la naturaleza de las cosas, sino en la mente del sujeto. ¿Cómo demostramos que la verdad es objetiva, independiente del sujeto? "Solipsismo" significa "encierro del sujeto en sí mismo". Es decir, el mundo, la naturaleza, la realidad, en suma, el objeto de conocimiento, sería, dentro del solipsismo, indistinguible de la propia mente.
Podemos decir que Descartes resuelve este problema en dos ocasiones. La primera respuesta es epistemológica, la segunda es metafísica.
La solución gnoseológica consiste en sostener que las matemáticas funcionan como puente de comunicación entre el sujeto y el objeto de conocimiento. Descartes afirma que la mente (el sujeto) es racional, comprende las relaciones matemáticas, la medida y el orden numéricos, el cálculo. Por otra parte, la naturaleza (el objeto de conocimiento) es de suyo calculable, reductible a números (identidad entre extensión y número); por lo tanto, resulta cognoscible para el sujeto racional.
Sin embargo, Descartes se verá motivado por los argumentos escépticos más radicales para ofrecer una respuesta metafísica capaz de otorgar garantías de realidad al conocimiento humano.
3.3.2. La duda metódica.
Como su nombre indica, la duda metódica consiste en usar la duda como método para alcanzar verdades indudables. En este proceso, Descartes asume el papel de un escéptico radical, tomando por hipótesis los principales argumentos que maneja el escepticismo moderno para sostener que la verdad y la realidad o bien no existen o bien son incognoscibles. Pero, ojo, no perdamos de vista que la intención de Descartes no es apuntarle un tanto al escepticismo, sino encontrar verdades a prueba de bombas.
El interés que tiene Descartes en hallar esta clase de verdades indudables no es otro que forjar una base sólida sobre la que construir el "edificio del saber".
Originalmente, la duda metódica es presentada por Descartes en el "Discurso del método", pero en las Meditaciones metafísicas (Meditationes de prima philosophia) vuelve a presentarla con argumentos renovados.
Se realiza en tres pasos, tras los cuales se llega a una sola verdad indudable:
1º) Dudar de los sentidos. Descartes acepta provisionalmente la hipótesis escéptica según la cual todo lo que percibimos a través de la percepción y de la sensibilidad es engañoso, por lo tanto, falso, carente de objetividad. Se imagina que todo lo que procede de la experiencia sensible se comporta igual que los espejismos en el desierto. Lo percibido es irreal.
2º) Dudar de la diferencia entre sueño y vigilia. Aquí Descartes considera la hipótesis escéptica según la cual desaparece la distinción entre realidad y ensoñación, entre estar dormidos y estar despiertos, apoyándose en la experiencia común de soñar situaciones tan verídicas que parecen realidad. ¿Y si la realidad fuese un sueño, y el sueño fuese "un sueño dentro del sueño"?
Tras los dos primeros pasos de la duda, lo único que, a juicio de Descartes, ha sobrevivido como "verdad" son las matemáticas, las cuales resultan independientes de la sensibilidad (son abstractas) e indiferentes al contraste entre el sueño y la vigilia (porque son universales y necesarias). Ahora veremos que, con el tercer y último paso de la duda metódica, Descartes pretende asumir una hipótesis escéptica que destruya las verdades matemáticas. Este paso lo plantea con argumentos distintos en las dos obras ya mencionadas:
3º) En el "Discurso del método", Descartes afirma que la inteligencia humana no es "una e idéntica", sino que varía de persona a persona. Dado que hay gente con escasa inteligencia, no es alocado suponer que los que consideramos "más inteligentes" tal vez no lo sean tanto. Debido a ello, ¿qué ocurriría si las presuntas verdades matemáticas son un engaño de nuestra inteligencia defectuosa?
En las Meditaciones metafísicas, Descartes utiliza un argumento más radical con el mismo objetivo: la famosa hipótesis del genio maligno. Supongamos que existe un ser todopoderoso que se divierte maléficamente nublando nuestro juicio, engañando nuestra razón, haciéndonos creer que 2+2=4 cuando en realidad, por ejemplo, 2+2=5. Bajo tal hipótesis, las verdades matemáticas perderían toda garantía de validez gnoseológica.
CONCLUSIÓN: Descartes afirma que hay al menos una sola verdad que logra sobrevivir a la duda, a saber: que somos seres que dudamos. "Yo dudo, por lo tanto soy". Para el francés, dudar es una operación más de nuestro pensamiento. De manera que la expresión "dudo, por lo tanto soy" se convierte automáticamente en "pienso, luego soy" (cogito ergo sum, o simplemente ego cogito, "yo pienso"), la célebre frase cartesiana.
Con la duda metódica, Descartes ha establecido de manera clarísima la idea clave de la modernidad: el sujeto de conocimiento como primer principio teórico.
3.3.3. Las tres substancias: res cogitans, res extensa y substancia divina.
Veamos primero qué entiende Descartes por "substancia": aquello que "es" por sí mismo, que no necesita de otra cosa para "ser", o que resulta irreductible y no derivable a otra cosa.
Aparentemente, la definición de substancia es idéntica a la ofrecida por Aristóteles (y conservada por Tomás de Aquino). Pero si en Aristóteles "ser" significa physis, y por lo tanto la substancia "es en la physis", en cambio, para Descartes, "ser" significa evidencia racional, por lo tanto, la substancia "es" en la medida en que "se concibe racionalmente" en nuestra mente. El francés utiliza la palabra latina res, "cosa", para referirse a las substancias.
La primera substancia que establece el pensamiento racional, según hemos visto, es la res cogitans, la "cosa pensante" o "substancia pensante". Por oposición a la res cogitans aparece el mundo físico material, que Descartes denomina res extensa.
El pensamiento se concibe como irreductible y esencialmente diferente a la extensión. Ambos, pensamiento y extensión, tienen modos de ser opuestos: el primero es incorpóreo, no "ocupa" espacio, ni posee rasgos atribuibles a los cuerpos físicos. En cambio, a la res extensa pertenece todo aquello que resulta corpóreo, físico, aquello que ocupa cierta extensión y que además es numerable, calculable, reductible a magnitudes. Ambas substancias configuran respectivamente el sujeto y el objeto de conocimiento.
Pero Descartes se ve necesitado todavía de una justificación metafísica superior a las matemáticas que asegure la validez de ambas substancias, o sea, que garantice que la res cogitans es verdaderamente racional y que la res extensa resulta cognoscible para el sujeto de conocimiento. Aún más: necesita una garantía de la existencia real e independiente de ambas substancias. Así pues, Descartes propone la necesidad metafísica de la substancia divina. Será imprescindible, en su opinión, demostrar la existencia de Dios, de su perfección y bondad inherentes.
3.3.4. Las demostraciones de la existencia de Dios.
Descartes utiliza tres argumentos para demostrar que Dios es bueno, perfecto y, además, existe. Son argumentos medievales, que varían muy poco lo ya ofrecido por el pensamiento escolástico.
El primer argumento afirma que Dios es una idea innata de la razón. Para desarrollar este argumento, Descartes distingue tres tipos ideas que hallamos en nuestro pensamiento. Las ideas adventicias son aquellas que tienen un origen empírico, proceden de la experiencia (por ejemplo, la idea de ornitorrinco). Las ideas facticias son aquellas que origina artificialmente nuestra propia mente, bien sea por imaginación o reflexión (por ejemplo, la idea de unicornio). Por último, las ideas innatas son aquellas inherentes a nuestra naturaleza, es decir, ideas a priori que están en nuestro pensamiento desde que nacemos, que no proceden ni de la experiencia ni son fruto de nuestra mente. Dicho esto, Descartes se pregunta: ¿Cuál es el origen de la idea de Dios (idea de un ser infinitamente perfecto? Es evidente que una idea semejante no puede tener su origen en la experiencia, ya que todo lo que observamos empíricamente es finito. ¿Por qué Descartes rechaza a continuación que la idea de Dios sea producto de la mente humana? Porque se sirve de un argumento medieval según el cual, en toda relación causal, la causa nunca puede ser ontológicamente "menor" o "inferior" que los efectos que produce. Por lo tanto, si el efecto es "la idea de Dios", la causa u origen de dicha idea no puede ser algo "menos perfecto" ni ontológicamente inferior. Tendríamos que compartir los atributos divinos para generar por nosotros mismos la idea de Dios. Y esto, obviamente, es rechazado por Descartes. Sólo Dios mismo ha podido generar en nosotros la idea de Dios. En suma: la idea de Dios es innata, no procede de nosotros ni de la experiencia, por lo tanto, procede de Dios mismo (prueba indirecta de su existencia).
El segundo argumento es prácticamente idéntico al anterior. Descartes se pregunta cómo es posible que nosotros, siendo finitos e imperfectos, tengamos en nuestra mente ideas de perfecciones infinitas. Los atributos de Dios (infinitud, eternidad, inmutabilidad, omnisciencia y omnipotencia) son perfecciones absolutas, ilimitadas. Así pues, ya que nosotros no poseemos tales perfecciones, Dios mismo debe ser la causa de dichas ideas.
El tercer argumento es la repetición del conocido argumento ontológico de San Anselmo. Dado que Dios es ilimitado e infinitamente perfecto, tiene que existir necesariamente, ya que su inexistencia implicaría cierta limitación. De igual modo, la bondad de Dios está en su esencia (otra vez argumentos medievales), ya que maldad actuaría como una imperfección y limitación.
Los tres argumentos llegan a la misma conclusión: Dios existe, es infinitamente perfecto y bueno. De modo que, dada su veracidad, perfección y bondad, Dios garantiza metafísicamente la existencia de otras dos substancias, el pensamiento y el mundo, así como la garantiza la validez del conocimiento racional y elimina cualquier sombra de escepticismo.
3.4 LA ANTROPOLOGÍA DE DESCARTES
En resumen, encontramos dos concepciones diferentes sobre el ser humano en la obra de Descartes. La primera establece el dualismo ontológico cuerpo-mente. Por un lado, el ser humano es "alma", mente, conciencia. Por otro lado, es cuerpo físico, extenso y mecánico. Cabe destacar que Descartes se hace eco de los descubrimientos médicos y biológicos que tienen lugar en una época donde, además del telescopio, se inventa el microscopio. Precisamente, al siglo XVII se le conoce también como el siglo de las "maravillas de la naturaleza", debido al asombro de los científicos ante el descubrimiento de la extrema complejidad que adquiere el universo a escala cósmica y también a escala microscópica.
Para Descartes, el cuerpo humano es una máquina perfecta de suma complejidad (homo machina), donde cada órgano cumple su función del mismo modo que los engranajes de un reloj.
En esta primera concepción antropológica dualista, surge el problema de la interacción mente-cuerpo. ¿Cómo se comunican? ¿Cómo es posible que nuestra mente dé órdenes a nuestro cuerpo si se trata de substancias diferentes? Descartes propone la hipótesis de que en la glándula pineal, ubicada en el centro del encéfalo, reside "el asiento del alma". Se trata de una hipótesis desmentida por la ciencia que, por lo demás, no lograba explicar convincentemente el problema de la interacción.
Sin embargo, al final de su vida, en la época en que publica Las pasiones del alma, Descartes desarrolla progresivamente una nueva concepción del ser humano como unión inseparable de cuerpo y mente. En dicha obra, apoyándose en investigaciones médicas, estudia los efectos somáticos (corporales) y anímicos (psicológicos) de las pasiones humanas. Descartes insiste en que los estados anímicos repercuten en la salud corporal y viceversa. Por ejemplo, la extrema tristeza o la depresión generan mayor propensión a la enfermedad, mientras que el ejercicio físico y la salud corporal están asociados a estados anímicos más alegres o positivos. Las pasiones, por tanto, no son sólo del alma, sino del cuerpo y del alma. En esta obra Descartes defenderá la medicina como el saber más elevado al que puede aspirar el ser humano sobre sí mismo y sobre los demás, ya que logra comprender la realidad humana como unión indisoluble de cuerpo y mente. Es decir, en lugar de estudiar al ser humano "en abstracto", el médico estudia al hombre de carne y hueso, más real y verdadero.
3.5 LA ÉTICA DE DESCARTES
En el "Discurso del método", Descartes dedica un apartado a cuestiones éticas, enunciados sus tres reglas de la moral por provisión (les règles de la morale par provision). La expresión es confusa, a veces se traduce al castellano como "reglas de la moral provisional", creando todavía mayor confusión. Descartes se refiere a "piezas" o "provisiones" que deben acompañarnos a lo largo del camino. Veamos cómo las enuncia el propio filósofo:
1ª-Moderación: “(…) obedecer las leyes y las costumbres de mi país, conservando con constancia la religión en la que Dios me ha hecho gracia de estar instruido desde mi infancia, rigiéndome en las restantes cosas según las opiniones más moderadas y más alejadas del exceso, que fuesen de ordinario adoptadas en la práctica por los más sensatos de entre aquellos con quienes tendría que vivir (…) Y aunque quizás haya tantos sensatos entre los persas o los chinos como entre nosotros, considero que lo más útil era regirme según las reglas de aquellos con quienes tendría que vivir”. El respeto a las costumbres no se basa en el conformismo, sino en la necesidad de convivencia pacífica.
2ª-Constancia: “(…) ser lo más firme y resuelto que pudiese en mis acciones, y no seguir las opiniones más dudosas, una vez que hubiese tomado esa determinación, con menos firmeza que si ellas fuesen muy seguras. Imitando en esto a los viajeros que, encontrándose extraviados en algún bosque, no deben errar dando vueltas ahora a un lado, luego a otro, ni mucho menos detenerse en un lugar, sino caminar siempre lo más derecho que puedan hacia una misma dirección, sin cambiarla por débiles razones, aunque en el comienzo no fuese sino el azar únicamente lo que los impulsó a escogerla; pues, de este modo, si ellos no van justamente a donde desean, llegarán finalmente por lo menos a alguna parte en la que verosímilmente estarán mejor que en medio del bosque. Y así, como las acciones de la vida no admiten ninguna dilación, es una verdad muy cierta que, cuando no está en nuestro poder discernir las opiniones más verdaderas, debemos seguir las más probables (…) Y desde entonces esto hizo que me librase de todos los arrepentimientos y remordimientos que acostumbran a agitar las conciencias de esos espíritus débiles y vacilantes, que, inconstantes, se dejan arrastrar a practicar como buenas las cosas que después juzgan como malas”.
3ª- Autodominio: “(…) tratar siempre de vencerme a mí mismo antes que a la fortuna, y de cambiar antes mis deseos que el orden del mundo; y, en general, acostumbrarme a creer que no hay nada enteramente en nuestro poder más que nuestros pensamientos, de manera que después de haber actuado lo mejor posible, en lo tocante a las cosas que nos son ajenas, todo cuanto falte para que consigamos el éxito es, para nosotros, absolutamente imposible”.
Cabe decir que la ética cartesiana es muy sencilla y posee una clarísima influencia estoica. Por otra parte, Descartes insiste en que, así como en el plano teórico se aconseja que la razón sea prudente y examine con rigor y cuidado todas las afirmaciones, para no apresurarse ni aventurarse en hipótesis absurdas, en el plano práctico, sin embargo, el ser humano debe tomar decisiones en el acto, aun a riesgo de equivocarse. En la moral, Descartes pide resolución ante todo.



[1] El método hipotético-deductivo sigue cuatro pasos: primero, observar en la naturaleza un fenómeno relevante que deseamos explicar; segundo, proponer una hipótesis capaz de explicarlo; tercero, deducir consecuencias e implicaciones de dicha hipótesis; cuarto, contrastar en la experiencia (incluso mediante la creación de un experimento) las consecuencias predichas por la hipótesis.
[2] Esta fue una visión totalmente polémica desde el punto de vista de la creencia oficial. Hablar de leyes autónomas implica decir que el mundo funciona por sí solo, sin necesidad de intervención divina.
[3] En el paradigma antiguo, la idea clave (physis) implicaba que la rama principal de la filosofía era la ontología y, secundariamente, la epistemología. Por su parte, en el paradigma medieval, la idea clave (Dios) implicaba que todo dependía de la teología. Ahora, con la modernidad, la filosofía reflexiona siempre a partir de la noción de "sujeto de conocimiento". Las diversas corrientes filosóficas de esta época tratarán de discutir cuáles son los rasgos y características del sujeto de conocimiento. Por ejemplo, para los racionalistas será idéntico a la "razón pura", universal y necesaria; para los empiristas, el sujeto de conocimiento está conformado por la experiencia sensible. Para Kant, el sujeto de conocimiento es la intersubjetividad trascendental.
[4] En este otro fragmento, leemos a Descartes: si decimos que la figura es el límite de la cosa externa, entendiendo por límite algo más general que por figura porque puede hablarse también de límite de la duración, límite del movimiento, etc.; en tal caso, aunque la significación de límite se abstrae de figura, sin embargo no por eso debe ser considerada como algo más simple que la figura; por el contrario, puesto que se atribuye a otras cosas, como al término de la duración o del movimiento, etc., cosas que difieren por completo de la figura, ha debido abstraerse también de éstas, y por lo tanto es un compuesto de varias naturalezas perfectamente diversas y a las cuales no se aplica de otro modo que equívocamente.
En otras palabras: el pensamiento escolástico considera que el concepto "límite", dado que se aplica a muchos otros conceptos como "figura", "duración", "movimiento"..., es más general y universal, por lo tanto, más real y verdadero. Descartes opina lo contrario: el concepto "límite" es más vago e impreciso porque se ha obtenido por abstracción a partir de aquellos.
[5] Leemos en la Regla XII de sus Regulae: Toda ciencia humana consiste en una sola cosa: que veamos distintamente cómo aquellas naturalezas simples concurren a la composición de las demás cosas. Lo cual es muy útil observar; pues, cada vez que se propone a examen alguna dificultad, casi todos se quedan parados ante ella, sin saber a qué pensamientos entregar su mente, y pensando que se trata de buscar algún nuevo género de ente antes desconocido para ellos: así, si se busca cuál es naturaleza del imán, enseguida, pensando que la cosa ha de ser ardua y difícil, apartan su ánimo de todo aquello que es evidente y lo vuelven a lo más difícil, y esperan errantes a ver si, vagando por el espacio infinito de las múltiples causas, se descubre algo nuevo. En cambio, el que piensa que nada nuevo puede ser conocido en el imán, nada que no conste de ciertas naturalezas simples y evidentes por sí mismas, no permanece en la incertidumbre sobre qué ha de hacerse, sino que primeramente reúne todas aquellas observaciones experimentales que puede poseer acerca de esta piedra, de las cuales trata de deducir luego cuál es la mezcla de naturalezas simples necesaria para producir todos aquellos efectos que ha experimentado en el imán; y, una vez descubierta tal mezcla, puede afirmar audazmente que ha percibido la verdadera naturaleza del imán, en la medida en que puede ser descubierta por el hombre a partir de experimentos dados.

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