DESCARTES Y LA MODERNIDAD
1. VIDA Y OBRAS:
René Descartes nació en La Haye (Turena, Francia) en 1596 y
murió en Estocolmo en 1650 tras aceptar la invitación de la Reina Cristina de
Suecia. Fue filósofo, matemático y físico. Se considera el padre de la filosofía
moderna. También destacó por sus aportaciones matemáticas (como el eje
cartesiano) y por llevar a la práctica el método científico moderno
(hipotético-deductivo) en numerosos campos de investigación, desde la
astronomía y la óptica hasta la biología.
Descartes
mostró interés inicialmente por la física y las matemáticas, pero no tardó
mucho tiempo en compaginar sus investigaciones científicas con la filosofía,
fijando especial atención en la teoría del conocimiento y en las consecuencias
metafísicas que se iban presentando. En la última etapa de su vida (murió a los
54 años), Descartes insistió en considerar el cuerpo humano como unión
indisoluble de dos substancias (cuerpo y mente) y esbozó una moral científica
(determinista) basada en causas físicas, o sea, en los efectos somáticos que
producen los sentimientos y las pasiones.
Obras:
-Regulae ad directionem
ingenii (Reglas para la dirección del
entendimiento), escrita en 1628 pero no publicada hasta 1700.
-"Discurso del método", La Geometría, Dióptrica y
Los Meteoros, todo ello escrito en
francés, publicado en un solo volumen. El "Discurso del método" es la
introducción a los tres ensayos científicos, y en ella Descartes desarrolla el
núcleo de su filosofía. Fue publicada en 1637.
-Meditationes de prima
philosophia (o Meditaciones
metafísicas), publicada en 1641.
-Principia philosophiae
(o Principios de filosofía), de 1644.
-Las pasiones del alma,
escrita en francés y publicada en 1647.
2. CONTEXTOS:
a) Histórico-cultural
La vida y obra de Descartes se desarrollan durante la primera
mitad del siglo XVII, en Francia. Hay
dos acontecimientos histórico-culturales que caracterizan este contexto: la
revolución científica y la Reforma de la Iglesia. Ambas fueron posibles
gracias al Renacimiento y el Humanismo de los siglos anteriores.
La revolución científica abarca los siglos XVI, XVII y XVIII;
es un símbolo de la modernidad. Comenzó con el astrónomo Copérnico, se desarrolló con Kepler
y Galileo y culminó a finales del siglo XVII con la física de Newton.
En su obra Sobre las
revoluciones de los cuerpos celestes, Copérnico propuso su famosa teoría heliocéntrica, según la cual la
Tierra no es el centro del universo, sino que gira en torno al Sol junto con el
resto de planetas. Años más tarde, Kepler confirmó los cálculos de Copérnico y,
en su intento por corregir y definir aún mejor las trayectorias observables de
los cuerpos celestes, demostró que las órbitas son, en mayor o menor medida, elípticas, no círculos perfectos como
sostenía la tradición medieval basada en Aristóteles y Ptolomeo. Por su parte,
Galileo inventó el telescopio, observó
"de cerca" por primera vez los planetas del sistema solar hasta
Saturno (incluido), desarrolló el método
hipotético-deductivo[1] y lo aplicó al estudio de
la naturaleza, proponiendo las primeras teorías de la física moderna sobre el
movimiento, los pesos y la inercia. Galileo estaba persuadido de que la naturaleza se encuentra escrita en
lenguaje matemático y que funciona con leyes autónomas comprensibles por la mente humana[2]. A su juicio, todo en la
naturaleza es de suyo calculable (reducible a números), y la tarea del físico
consiste en encontrar, por medio de las matemáticas, las fórmulas correctas que
logren explicar y predecir el comportamiento físico de los entes. Varias décadas
tras Galileo, Newton publicó sus Principios
matemáticos. A partir de entonces, y hasta Einstein, las leyes de su
mecánica del movimiento se convirtieron en teoría física universal, aplicable,
en principio, a todo tipo de fenómenos (realizando, al fin, el ideal de Galileo
de la matematización de la naturaleza).
La revolución científica rompió
los pilares de la tradición escolástica medieval. Contradijo numerosas
creencias oficiales -dictadas por la Iglesia- ampliamente extendidas, sobre
todo la visión geocéntrica del universo y la imagen de que el mundo había sido
creado por Dios. Por esa razón, tanto las teorías de la ciencia moderna como
sus defensores fueron si no perseguidos, silenciados, condenados y obligados a
retractarse. En este sentido, la Reforma de la Iglesia, a pesar de provocar
guerras encarnizadas, generó una condiciones propicias para que -en según qué
zonas- se cimentasen las bases del librepensamiento a lo largo del siglo XVIII
y se acogiesen, de una vez por todas, las nuevas concepciones del mundo
demostradas por la ciencia. Al respecto, cabe resaltar que Holanda se convirtió
en el lugar con mayor libertad de opinión durante el siglo XVII. Allí
desarrolló Descartes buena parte de su labor investigadora.
La Reforma de la
Iglesia -o ruptura
de la unidad católica provocada por la emergencia del protestantismo- tuvo lugar en el siglo XVI, debido en
especial a las presiones de luteranos y calvinistas. En la época de Descartes, el XVII, las tensiones entre católicos y
protestantes culminaron en la Guerra de los Treinta Años (el propio
Descartes luchó en el frente). Dicha guerra asoló el centro de Europa, principalmente
Alemania y Suiza. Los católicos defendían la unidad del dogma, la jerarquía
eclesiástica y el Papado, mientras que los protestantes reclamaban la
independencia frente al Papado y libertad a la hora de interpretar las Sagradas
Escrituras, lo cual se considera otro símbolo de la modernidad (la libre
interpretación de la Revelación). No obstante, luteranos y calvinistas pronto
se convirtieron en tanto o más dogmáticos en sus respectivas creencias que la
Iglesia Católica a la que tachaban de intolerante. En cualquier caso, la Guerra
de los Treinta Años es una guerra entre potencias cristianas donde se disputa
el control político, económico y militar de Centroeuropa (hasta entonces en
manos del español Felipe II), todo ello bajo una retórica religiosa que
alimentaba el fervor de la población.
Por otra parte, en el siglo XVII se consolidan los absolutismos monárquicos, excepto en
Inglaterra, donde, tras una serie de guerras, se establece la primera monarquía parlamentaria. En Francia se
centraliza el poder político y se crea el primer sistema burocrático centralizado. Asimismo, se inicia el
colonialismo mundial por parte de las potencias europeas, se abren nuevos
mercados y todo ello repercute en el espectacular crecimiento de la burguesía. Estos cambios sociales y económicos
sin parangón explican el fin de la estructura social, política y económica
medieval, el auge del capitalismo, la búsqueda de nuevas formas de organización
social y política (como la burocracia centralizada o las exigencias de
representación política por parte de la burguesía en Inglaterra).
Desde el punto de vista puramente cultural, cabe destacar el apogeo
de la literatura (las obras de Shakespeare, Cervantes y el Siglo de Oro
español). El estilo artístico propio del XVII es el barroco, caracterizado por la actitud pesimista ante la atmósfera
de vertiginoso cambio.
b) Contexto filosófico:
La principal influencia que marca la filosofía de Descartes
es la ciencia moderna. Su
pensamiento está construido sobre el ideal de Galileo (matematización de la
naturaleza), además de que él mismo ejerció el método científico en numerosos
ámbitos de investigación.
Por otra parte, Descartes conocía la obra de algunos
escépticos contemporáneos como Miguel de
Montaigne. A ellos se enfrenta abiertamente tratando de encontrar, por
medio de su método racional, verdades sólidas que superen "las más
extravagantes hipótesis de los escépticos" (tal y como afirma en su
"Discurso del método"). Frente a la pura duda del escepticismo,
Descartes propone la certeza.
Cabe mencionar la influencia del estoicismo en la ética cartesiana. La idea de no luchar contra la
fortuna (y tratar de dominar sólo aquello que está en nuestras manos), así como
la coherencia y constancia en nuestras decisiones o la práctica de la
moderación en nuestros hábitos y costumbres, son máximas originalmente estoicas
que vemos repetidas en Descartes.
Hay que subrayar que Descartes, pese a ser "el primer
filósofo moderno", tiene medio cuerpo, por así decirlo, en la Edad Media.
El pensamiento escolástico está
presente en la filosofía de Descartes, en sentido positivo y negativo. Por un
lado, Descartes hereda sin cuestionar ciertas nociones y argumentos
escolásticos, como las nociones de substancia, la necesidad de demostrar la
existencia de Dios como garantía metafísica del conocimiento y de la realidad,
el argumento ontológico (que usa como prueba para demostrar la existencia de
Dios) o el argumento según el cual la causa nunca puede ser menor que los
efectos. Pero, por otro lado, la epistemología de Descartes es una crítica
directa al silogismo escolástico y a las esencias universales. En esta crítica
podemos ver cómo, para Descartes, las esencias universales de las que hablan
los escolásticos son fruto de la abstracción y generalización a partir de ideas
más simples. Y es aquí, en su epistemología, donde se aprecia el triunfo del
nominalismo de Ockham.
Por último, si bien la obra de Descartes no gozó de ningún
apoyo institucional (ya que se enfrentaba a la posición oficial universitaria de
los escolásticos), sí tuvo enorme difusión, hasta el punto de que las dos
corrientes filosóficas que se desarrollan a lo largo del siglo XVII, racionalismo y empirismo, tienen su
origen sobre la crítica y revisión del pensamiento cartesiano. Así, por
ejemplo, Spinoza dedica su primera obra a comentar las Regulae, y Locke construye su empirismo sobre la base del rechazo
al innatismo de las ideas que defendió Descartes.
3. LA FILOSOFÍA DE DESCARTES:
3.1. El sujeto de conocimiento como idea clave de la
modernidad.
Con Descartes entramos en un nuevo paradigma filosófico, la
modernidad. Para los antiguos griegos, las nociones "verdad" y
"realidad" giraban en torno a la physis,
la naturaleza, "el ser". Debido a ello, por ejemplo, las
"ideas" platónicas no son propiamente "mentales" o
psicológicas, sino reales, pertenecientes a la naturaleza oculta del cosmos. Al
llegar a la Edad Media, la filosofía experimenta un cambio crucial ya que la physis deja de concebirse como principio
último de todas las cosas (el mundo entero se considera "creación de Dios");
con el cristianismo, por tanto, el fundamento de la realidad es Dios y la
verdad se manifiesta en la Revelación de las Sagradas Escrituras. Así,
cualquier verdad o realidad que pretenda justificarse en el paradigma medieval
ha de basarse o derivarse de un modo u otro a partir de la religión. Pues bien,
Descartes, sin renunciar a la creencia en Dios (pero demostrando la total
independencia de la Razón frente a la Fe), va a sustituir la idea clave del
paradigma medieval por otra que recorrerá toda la modernidad filosófica: el
sujeto de conocimiento. En sus Regulae ad
directionem ingenii, leemos: La verdad o la falsedad
no pueden estar en sentido propio en ninguna otra parte sino solamente en la
inteligencia.
Es, por tanto, en el sujeto de conocimiento,
es decir, en "el yo que razona y se enfrenta al conocimiento de la
verdad", en el único lugar donde pueden encontrarse los rasgos que
conforman el carácter de ser de la verdad. Reparemos en que la nueva idea clave
implica que la filosofía moderna va a centrarse sobre todo en epistemología, ya
que buscará las características, los métodos y la estructura del sujeto de conocimiento[3].
3.2. LA EPISTEMOLOGÍA DE DESCARTES.
3.2.1. Razón y certeza.
En este fragmento, también extraído de sus Regulae ad directionem ingenii, leemos:
Todas
las diversas ciencias no son otra cosa que la sabiduría humana, la cual
permanece una e idéntica, aun cuando se aplique a objetos diversos, y no recibe
de ellos más distinción que la que la luz del sol recibe de los diversos
objetos que ilumina.
Para Descartes, "la sabiduría humana" es la razón,
la facultad racional del ser humano, la capacidad de examinar, analizar,
cuestionar, dudar, criticar, imaginar... en suma, las múltiples tareas de las
que es capaz nuestro pensamiento racional. Según hemos leído, la razón humana
es una e idéntica aunque verse sobre diferentes asuntos. La epistemología de Descartes
trata de demostrar que la razón es universal y necesaria. Universal porque,
además de ser aplicable al conocimiento de todas las cosas, será la misma para
todo aquel que la utilice correctamente. Necesaria porque la verdad, a juicio de
Descartes (recordemos el fragmento anterior), sólo tiene lugar en la
inteligencia (por lo tanto, sin razón no existiría la verdad; la razón es la
condición de posibilidad de la verdad).
Dado que tiene lugar en la inteligencia, Descartes afirma que la verdad es la certeza o evidencia, en otras
palabras: algo es verdadero siempre y cuando nos resulte presente y manifiesto,
o sea, cuando lo concebimos de manera clara y distinta, cuando no es ni
engañoso ni ambiguo, cuando somos capaces de entenderlo a la primera y, en la medida
en que lo hemos entendido, somos capaces de reproducirlo tantas veces como sea
necesario. La certeza, según Descartes,
exige que seamos capaces de construir racionalmente el objeto de conocimiento.
Por ello, la evidencia no consiste en
aceptar por verdad algo que nos venga dado de fuera (sea en forma de creencia,
prejuicio, o simplemente a través de los sentidos). La verdad exige la
certeza, y la certeza requiere de nuestra parte la absoluta comprensión racional
de aquello que se trate en cada caso. Por eso la verdad sólo tiene lugar en la
inteligencia (y nunca, por ejemplo, en la mera opinión, ni en la repetición
ignorante de creencias aceptadas).
Los requisitos de la certeza son la claridad y la distinción.
Repitiendo lo anterior, Descartes afirma que algo es "claro" si
resulta "presente y manifiesto", es decir, cuando no necesitamos
comprender previamente otra cosa para entenderlo. Por otra parte, algo es
"distinto" cuando no contiene contornos borrosos, o sea, cuando somos
capaces de reconocerlo y resaltarlo de lo demás toda vez que se presente.
De entrada, la novedad que introduce Descartes (además de la
noción de sujeto de conocimiento), es la crítica al argumento más utilizado por
los escolásticos, el argumento a la autoridad. Por consiguiente, no debemos
tomar por verdadero nada que no haya sido examinado por nuestra razón y juzgado
como evidente por sí mismo.
3.2.2. La deducción cartesiana versus el silogismo escolástico.
Descartes critica
duramente el método escolástico de conocimiento: el silogismo. A grandes rasgos, los silogismos medievales
se construyen presuponiendo la realidad de una esencia universal. A partir de
esa presuposición, se deducen ideas menos universales que caen dentro de la
esencia, o bien se opera "hacia arriba", llegando a nociones aún más
universales que están presupuestas en la esencia que se tomó como punto de
partida. Por ejemplo, en la esencia "ser humano" están presupuestas
las de "ser animal", "ser vivo" y, por encima de todo,
"ser". Si vamos hacia abajo, tendríamos que desplegar la esencia
"ser humano" en todas las características que lo distinguen del resto
de animales: "ser racional", "ser cultural", etc.
Descartes considera
que las esencias universales, además de que son tomadas como ciertas
"porque sí", son fruto de la abstracción de la mente, obtenidas a
través de generalizaciones. Por este motivo, son inevitablemente vagas,
ambiguas y confusas[4].
La deducción
cartesiana, por el contrario, opera de forma diametralmente opuesta. En la Regla VI de sus Regulae, Descartes define los conceptos
que operan, a su juicio, en toda deducción:
-Absoluto: los
elementos más simples y más fáciles, "todo aquello que contiene en sí la
naturaleza pura y simple de que se trata". Por ejemplo, los puntos de un
línea, los ángulos de un triángulo, etc.
-Relativo (respectivum): “todo aquello que contiene
esa misma naturaleza, o al menos participa en algo de ella, por lo cual puede
ser referido a lo absoluto y deducido de ello mediante cierta serie, pero que
además contiene en su concepto algunas otras cosas que yo llamo relaciones (respectus)”. Es decir, una construcción
compleja a partir de elementos simples donde dichos elementos se encuentran en
relaciones determinadas. Por ejemplo, un triángulo es relativo en relación a
los ángulos, los puntos y las líneas que lo constituyen.
A partir de la
definición de ambos conceptos ("absoluto" y "relativo"),
Descartes define la deducción: “construcción de lo relativo a partir de lo
absoluto” o “intuición de lo relativo precisamente como relativo”. Por consiguiente, la deducción puede
realizarse de dos formas: En primer lugar, construyendo lo relativo a partir de
lo absoluto según determinadas reglas de construcción (las cuales vienen dadas
por los elementos absolutos que se utilizan). Por ejemplo, construir polígonos
a partir de líneas y ángulos. En segundo lugar, la deducción también consiste
en intuir que un constructo es relativo a los elementos simples y a las
relaciones determinadas que lo constituyen, como el anterior ejemplo del
triángulo.
A juicio de Descartes, el "orden del ser", es
decir, la verdad pura, recorre el camino de la deducción, va de lo simple o
absoluto a lo complejo o relativo, como el universo matemático. Pero ese orden
es tan solo un ideal que no coincide con el orden de la investigación: en el
mundo real siempre nos encontraremos con fenómenos naturales complejos que debemos
analizar y comprender llevándolos poco a poco hacia lo más simple y más fácil.
Descartes se percata de que si ambos órdenes o caminos fuesen idénticos, el conocimiento
humano de la naturaleza sería una deducción continuada y una especie de acto de
creación del mundo a partir de elementos simples y puramente intuitivos. Los fenómenos
nos vienen dados envueltos en dificultad y confusión; es la inteligencia humana
la que debe arrojar luz mostrando cómo lo más simple y lo más fácil está
organizado de determinada forma en ellos[5].
3.2.3. Extensión y número.
Podemos observar cómo Descartes interpreta la verdad desde el
punto de vista de las matemáticas. A su juicio, la naturaleza misma (el mundo)
resulta cognoscible en la medida en que puede ser reducida al número y al
cálculo, es decir, comprensible matemáticamente. El famoso eje cartesiano no es
sino la representación gráfica de cómo podemos convertir extensiones (cuerpos)
en números, y viceversa.
3.2.4. El método cartesiano.
En el "Discurso del método", Descartes resume de
forma brillante las principales reglas que estableció en su primera obra,
presentando un método de conocimiento de
fácil manejo, reducido a cuatro reglas:
1ª) Regla de la
evidencia: sólo
debemos considerar verdadero aquello que nuestra mente haya captado como
evidente por sí mismo.
2ª) Regla del análisis:
dado un problema
difícil, debemos descomponerlo mediante el análisis en otros más simples que lo
constituyen, los cuales resultarán más fáciles de solucionar.
3ª) Regla de la
síntesis: una vez
hemos resuelto los problemas más simples y fáciles, vamos aumentando la
dificultad recomponiendo poco a poco, mediante la síntesis, el problema
inicial.
4ª) Regla de la
enumeración o memoria: se trata de llevar una agenda o recuento de todos los pasos que hemos
realizado anteriormente para no dejar nada en el camino que pudiese alterar
nuestros resultados.
Descartes critica los métodos tradicionales impartidos en la
escolástica por su enorme complicación. Esto es perjudicial en dos sentidos:
por un lado, son métodos poco fiables, ya que inducen al error. Por otra parte,
son métodos de difícil aprendizaje y por tanto poco aptos para una
"razón" que aspira a ser universal (accesible para todos).
3.3. LA ONTOLOGÍA DE DESCARTES.
3.3.1. El problema del solipsismo.
El primer problema al que se enfrenta Descartes, una vez ha
desarrollado su teoría del conocimiento, es el denominado "problema del
solipsismo". Se trata de un problema común a cualquier filosofía que
defienda, como el racionalismo, que los criterios de validez del conocimiento
se encuentran no en el mundo, ni en Dios, ni en la naturaleza de las cosas,
sino en la mente del sujeto. ¿Cómo demostramos que la verdad es objetiva, independiente
del sujeto? "Solipsismo"
significa "encierro del sujeto en sí mismo". Es decir, el mundo,
la naturaleza, la realidad, en suma, el objeto de conocimiento, sería, dentro
del solipsismo, indistinguible de la propia mente.
Podemos decir que Descartes resuelve este problema en dos
ocasiones. La primera respuesta es epistemológica, la segunda es metafísica.
La solución
gnoseológica consiste en sostener que las matemáticas funcionan como
puente de comunicación entre el sujeto y
el objeto de conocimiento. Descartes afirma que la mente (el sujeto) es
racional, comprende las relaciones matemáticas, la medida y el orden numéricos,
el cálculo. Por otra parte, la naturaleza (el objeto de conocimiento) es de
suyo calculable, reductible a números (identidad entre extensión y número); por
lo tanto, resulta cognoscible para el sujeto racional.
Sin embargo, Descartes se verá motivado por los argumentos
escépticos más radicales para ofrecer una respuesta metafísica capaz de otorgar
garantías de realidad al conocimiento humano.
3.3.2. La duda metódica.
Como su nombre indica, la
duda metódica consiste en usar la duda como método para alcanzar verdades
indudables. En este proceso, Descartes asume el papel de un escéptico
radical, tomando por hipótesis los principales argumentos que maneja el
escepticismo moderno para sostener que la verdad y la realidad o bien no
existen o bien son incognoscibles. Pero, ojo, no perdamos de vista que la
intención de Descartes no es apuntarle un tanto al escepticismo, sino encontrar
verdades a prueba de bombas.
El interés que tiene
Descartes en hallar
esta clase de verdades indudables no es
otro que forjar una base sólida sobre la que construir el "edificio del
saber".
Originalmente, la duda metódica es presentada por Descartes
en el "Discurso del método", pero en las Meditaciones metafísicas (Meditationes
de prima philosophia) vuelve a presentarla con argumentos renovados.
Se realiza en tres
pasos, tras los
cuales se llega a una sola verdad indudable:
1º) Dudar de los sentidos.
Descartes acepta provisionalmente la hipótesis escéptica según la cual todo lo
que percibimos a través de la percepción y de la sensibilidad es engañoso, por
lo tanto, falso, carente de objetividad. Se imagina que todo lo que procede de
la experiencia sensible se comporta igual que los espejismos en el desierto. Lo
percibido es irreal.
2º) Dudar de la
diferencia entre sueño y vigilia. Aquí Descartes considera la hipótesis
escéptica según la cual desaparece la distinción entre realidad y ensoñación,
entre estar dormidos y estar despiertos, apoyándose en la experiencia común de
soñar situaciones tan verídicas que parecen realidad. ¿Y si la realidad fuese
un sueño, y el sueño fuese "un sueño dentro del sueño"?
Tras los dos primeros pasos de la duda, lo único que, a
juicio de Descartes, ha sobrevivido como "verdad" son las
matemáticas, las cuales resultan independientes de la sensibilidad (son
abstractas) e indiferentes al contraste entre el sueño y la vigilia (porque son
universales y necesarias). Ahora veremos que, con el tercer y último paso de la
duda metódica, Descartes pretende asumir una hipótesis escéptica que destruya
las verdades matemáticas. Este paso lo plantea con argumentos distintos en las
dos obras ya mencionadas:
3º) En el "Discurso del método", Descartes afirma
que la inteligencia humana no es "una e idéntica", sino que varía de
persona a persona. Dado que hay gente con escasa inteligencia, no es alocado
suponer que los que consideramos "más inteligentes" tal vez no lo
sean tanto. Debido a ello, ¿qué ocurriría si las presuntas verdades matemáticas
son un engaño de nuestra inteligencia defectuosa?
En las Meditaciones
metafísicas, Descartes utiliza un argumento más radical con el mismo
objetivo: la famosa hipótesis del genio
maligno. Supongamos que existe un ser todopoderoso que se divierte
maléficamente nublando nuestro juicio, engañando nuestra razón, haciéndonos
creer que 2+2=4 cuando en realidad, por ejemplo, 2+2=5. Bajo tal hipótesis, las
verdades matemáticas perderían toda garantía de validez gnoseológica.
CONCLUSIÓN: Descartes
afirma que hay al menos una sola verdad que logra sobrevivir a la duda, a saber:
que somos seres que dudamos. "Yo dudo, por lo tanto soy". Para el
francés, dudar es una operación más de nuestro pensamiento. De manera que la
expresión "dudo, por lo tanto soy" se convierte automáticamente en
"pienso, luego soy" (cogito
ergo sum, o simplemente ego cogito,
"yo pienso"), la célebre frase cartesiana.
Con la duda metódica, Descartes ha establecido de manera
clarísima la idea clave de la modernidad:
el sujeto de conocimiento como
primer principio teórico.
3.3.3. Las tres substancias: res cogitans, res extensa
y substancia divina.
Veamos primero qué entiende Descartes por
"substancia": aquello que "es" por sí mismo, que no necesita
de otra cosa para "ser", o que resulta irreductible y no derivable a
otra cosa.
Aparentemente, la definición de substancia es idéntica a la
ofrecida por Aristóteles (y conservada por Tomás de Aquino). Pero si en
Aristóteles "ser" significa physis,
y por lo tanto la substancia "es en la physis",
en cambio, para Descartes, "ser" significa evidencia racional, por lo
tanto, la substancia "es" en la medida en que "se concibe
racionalmente" en nuestra mente. El francés utiliza la palabra latina res, "cosa", para referirse a
las substancias.
La primera substancia
que establece el pensamiento racional, según hemos visto, es la res cogitans, la "cosa
pensante" o "substancia pensante". Por oposición a la res cogitans aparece el mundo físico
material, que Descartes denomina res
extensa.
El pensamiento se concibe como irreductible y esencialmente
diferente a la extensión. Ambos, pensamiento
y extensión, tienen modos de ser opuestos: el primero es incorpóreo, no
"ocupa" espacio, ni posee rasgos atribuibles a los cuerpos físicos.
En cambio, a la res extensa pertenece
todo aquello que resulta corpóreo, físico, aquello que ocupa cierta extensión y
que además es numerable, calculable, reductible a magnitudes. Ambas substancias configuran
respectivamente el sujeto y el objeto de conocimiento.
Pero Descartes se ve necesitado todavía de una justificación
metafísica superior a las matemáticas que asegure la validez de ambas
substancias, o sea, que garantice que la res
cogitans es verdaderamente racional y que la res extensa resulta cognoscible para el sujeto de conocimiento. Aún
más: necesita una garantía de la existencia real e independiente de ambas
substancias. Así pues, Descartes
propone la necesidad metafísica de la substancia divina. Será
imprescindible, en su opinión, demostrar la existencia de Dios, de su
perfección y bondad inherentes.
3.3.4. Las demostraciones de la existencia de Dios.
Descartes utiliza tres
argumentos para demostrar que Dios es bueno, perfecto y, además, existe.
Son argumentos medievales, que varían muy poco lo ya ofrecido por el
pensamiento escolástico.
El primer argumento afirma
que Dios es una idea innata de la razón. Para desarrollar este argumento,
Descartes distingue tres tipos ideas que hallamos en nuestro pensamiento. Las ideas adventicias son aquellas que
tienen un origen empírico, proceden de la experiencia (por ejemplo, la idea de
ornitorrinco). Las ideas facticias
son aquellas que origina artificialmente nuestra propia mente, bien sea por
imaginación o reflexión (por ejemplo, la idea de unicornio). Por último, las
ideas innatas son aquellas inherentes a nuestra naturaleza, es decir, ideas a priori que están en nuestro
pensamiento desde que nacemos, que no proceden ni de la experiencia ni son
fruto de nuestra mente. Dicho esto, Descartes se pregunta: ¿Cuál es el origen
de la idea de Dios (idea de un ser infinitamente perfecto? Es evidente que una
idea semejante no puede tener su origen en la experiencia, ya que todo lo que
observamos empíricamente es finito. ¿Por qué Descartes rechaza a continuación
que la idea de Dios sea producto de la mente humana? Porque se sirve de un
argumento medieval según el cual, en toda relación causal, la causa nunca puede
ser ontológicamente "menor" o "inferior" que los efectos
que produce. Por lo tanto, si el efecto es "la idea de Dios", la
causa u origen de dicha idea no puede ser algo "menos perfecto" ni
ontológicamente inferior. Tendríamos que compartir los atributos divinos para
generar por nosotros mismos la idea de Dios. Y esto, obviamente, es rechazado
por Descartes. Sólo Dios mismo ha podido generar en nosotros la idea de Dios.
En suma: la idea de Dios es innata, no procede de nosotros ni de la
experiencia, por lo tanto, procede de Dios mismo (prueba indirecta de su
existencia).
El segundo argumento es prácticamente idéntico al
anterior. Descartes se pregunta cómo es posible que nosotros, siendo finitos e
imperfectos, tengamos en nuestra mente ideas de perfecciones infinitas. Los atributos
de Dios (infinitud, eternidad, inmutabilidad, omnisciencia y omnipotencia)
son perfecciones absolutas, ilimitadas. Así pues, ya que nosotros no poseemos
tales perfecciones, Dios mismo debe ser la causa de dichas ideas.
El tercer argumento es la repetición del conocido argumento ontológico de San Anselmo.
Dado que Dios es ilimitado e infinitamente perfecto, tiene que existir
necesariamente, ya que su inexistencia implicaría cierta limitación. De igual
modo, la bondad de Dios está en su esencia (otra vez argumentos medievales), ya
que maldad actuaría como una imperfección y limitación.
Los tres argumentos llegan a la misma conclusión: Dios
existe, es infinitamente perfecto y bueno. De modo que, dada su veracidad,
perfección y bondad, Dios garantiza metafísicamente la existencia de otras dos
substancias, el pensamiento y el mundo, así como la garantiza la validez del
conocimiento racional y elimina cualquier sombra de escepticismo.
3.4 LA ANTROPOLOGÍA DE DESCARTES
En resumen, encontramos dos concepciones diferentes sobre el
ser humano en la obra de Descartes. La primera establece el dualismo ontológico
cuerpo-mente. Por un lado, el ser humano es "alma", mente,
conciencia. Por otro lado, es cuerpo físico, extenso y mecánico. Cabe destacar
que Descartes se hace eco de los descubrimientos médicos y biológicos que
tienen lugar en una época donde, además del telescopio, se inventa el
microscopio. Precisamente, al siglo XVII se le conoce también como el siglo de
las "maravillas de la naturaleza", debido al asombro de los
científicos ante el descubrimiento de la extrema complejidad que adquiere el
universo a escala cósmica y también a escala microscópica.
Para Descartes, el cuerpo humano es una máquina perfecta de
suma complejidad (homo machina),
donde cada órgano cumple su función del mismo modo que los engranajes de un
reloj.
En esta primera concepción antropológica dualista, surge el
problema de la interacción mente-cuerpo. ¿Cómo se comunican? ¿Cómo es posible
que nuestra mente dé órdenes a nuestro cuerpo si se trata de substancias
diferentes? Descartes propone la hipótesis de que en la glándula pineal,
ubicada en el centro del encéfalo, reside "el asiento del alma". Se
trata de una hipótesis desmentida por la ciencia que, por lo demás, no lograba
explicar convincentemente el problema de la interacción.
Sin embargo, al final de su vida, en la época en que publica Las pasiones del alma, Descartes
desarrolla progresivamente una nueva concepción del ser humano como unión
inseparable de cuerpo y mente. En dicha obra, apoyándose en investigaciones
médicas, estudia los efectos somáticos (corporales) y anímicos (psicológicos)
de las pasiones humanas. Descartes insiste en que los estados anímicos
repercuten en la salud corporal y viceversa. Por ejemplo, la extrema tristeza o
la depresión generan mayor propensión a la enfermedad, mientras que el ejercicio
físico y la salud corporal están asociados a estados anímicos más alegres o
positivos. Las pasiones, por tanto, no son sólo del alma, sino del cuerpo y del
alma. En esta obra Descartes defenderá la medicina como el saber más elevado al
que puede aspirar el ser humano sobre sí mismo y sobre los demás, ya que logra
comprender la realidad humana como unión indisoluble de cuerpo y mente. Es
decir, en lugar de estudiar al ser humano "en abstracto", el médico
estudia al hombre de carne y hueso, más real y verdadero.
3.5 LA ÉTICA DE DESCARTES
En el "Discurso del método", Descartes dedica un
apartado a cuestiones éticas, enunciados sus tres reglas de la moral por
provisión (les règles de la morale par
provision). La expresión es confusa, a veces se traduce al castellano como
"reglas de la moral provisional", creando todavía mayor confusión.
Descartes se refiere a "piezas" o "provisiones" que deben
acompañarnos a lo largo del camino. Veamos cómo las enuncia el propio filósofo:
1ª-Moderación: “(…) obedecer las leyes y las
costumbres de mi país, conservando con constancia la religión en la que Dios me
ha hecho gracia de estar instruido desde mi infancia, rigiéndome en las
restantes cosas según las opiniones más moderadas y más alejadas del exceso,
que fuesen de ordinario adoptadas en la práctica por los más sensatos de entre
aquellos con quienes tendría que vivir (…) Y aunque quizás haya tantos sensatos
entre los persas o los chinos como entre nosotros, considero que lo más útil
era regirme según las reglas de aquellos con quienes tendría que vivir”. El
respeto a las costumbres no se basa en el conformismo, sino en la necesidad de
convivencia pacífica.
2ª-Constancia: “(…) ser lo más firme y resuelto que
pudiese en mis acciones, y no seguir las opiniones más dudosas, una vez que
hubiese tomado esa determinación, con menos firmeza que si ellas fuesen muy
seguras. Imitando en esto a los viajeros que, encontrándose extraviados en
algún bosque, no deben errar dando vueltas ahora a un lado, luego a otro, ni
mucho menos detenerse en un lugar, sino caminar siempre lo más derecho que
puedan hacia una misma dirección, sin cambiarla por débiles razones, aunque en
el comienzo no fuese sino el azar únicamente lo que los impulsó a escogerla;
pues, de este modo, si ellos no van justamente a donde desean, llegarán
finalmente por lo menos a alguna parte en la que verosímilmente estarán mejor
que en medio del bosque. Y así, como las acciones de la vida no admiten ninguna
dilación, es una verdad muy cierta que, cuando no está en nuestro poder
discernir las opiniones más verdaderas, debemos seguir las más probables (…) Y
desde entonces esto hizo que me librase de todos los arrepentimientos y
remordimientos que acostumbran a agitar las conciencias de esos espíritus
débiles y vacilantes, que, inconstantes, se dejan arrastrar a practicar como
buenas las cosas que después juzgan como malas”.
3ª- Autodominio: “(…) tratar siempre de vencerme a mí mismo
antes que a la fortuna, y de cambiar antes mis deseos que el orden del mundo;
y, en general, acostumbrarme a creer que no hay nada enteramente en nuestro
poder más que nuestros pensamientos, de manera que después de haber actuado lo
mejor posible, en lo tocante a las cosas que nos son ajenas, todo cuanto falte
para que consigamos el éxito es, para nosotros, absolutamente imposible”.
Cabe decir que la ética cartesiana es muy sencilla y posee
una clarísima influencia estoica. Por otra parte, Descartes insiste en que, así
como en el plano teórico se aconseja que la razón sea prudente y examine con
rigor y cuidado todas las afirmaciones, para no apresurarse ni aventurarse en
hipótesis absurdas, en el plano práctico, sin embargo, el ser humano debe tomar
decisiones en el acto, aun a riesgo de equivocarse. En la moral, Descartes pide
resolución ante todo.
[1] El método
hipotético-deductivo sigue cuatro pasos: primero, observar en la naturaleza un
fenómeno relevante que deseamos explicar; segundo, proponer una hipótesis capaz
de explicarlo; tercero, deducir consecuencias e implicaciones de dicha
hipótesis; cuarto, contrastar en la experiencia (incluso mediante la creación
de un experimento) las consecuencias predichas por la hipótesis.
[2]
Esta fue una visión totalmente polémica desde el punto de vista de la creencia
oficial. Hablar de leyes autónomas implica decir que el mundo funciona por sí
solo, sin necesidad de intervención divina.
[3] En el paradigma antiguo,
la idea clave (physis) implicaba que
la rama principal de la filosofía era la ontología y, secundariamente, la
epistemología. Por su parte, en el paradigma medieval, la idea clave (Dios)
implicaba que todo dependía de la teología. Ahora, con la modernidad, la
filosofía reflexiona siempre a partir de la noción de "sujeto de
conocimiento". Las diversas corrientes filosóficas de esta época tratarán
de discutir cuáles son los rasgos y características del sujeto de conocimiento.
Por ejemplo, para los racionalistas será idéntico a la "razón pura",
universal y necesaria; para los empiristas, el sujeto de conocimiento está
conformado por la experiencia sensible. Para Kant, el sujeto de conocimiento es
la intersubjetividad trascendental.
[4] En este otro fragmento,
leemos a Descartes: si decimos que la
figura es el límite de la cosa externa, entendiendo por límite algo más general
que por figura porque puede hablarse también de límite de la duración, límite
del movimiento, etc.; en tal caso, aunque
la significación de límite se abstrae de figura, sin embargo no por eso debe
ser considerada como algo más simple que la figura; por el contrario, puesto que se atribuye a otras cosas, como
al término de la duración o del movimiento, etc., cosas que difieren por
completo de la figura, ha debido
abstraerse también de éstas, y por lo tanto es un compuesto de varias
naturalezas perfectamente diversas y a las cuales no se aplica de otro modo que
equívocamente.
En otras palabras: el
pensamiento escolástico considera que el concepto "límite", dado que
se aplica a muchos otros conceptos como "figura",
"duración", "movimiento"..., es más general y universal,
por lo tanto, más real y verdadero. Descartes opina lo contrario: el concepto
"límite" es más vago e impreciso porque se ha obtenido por
abstracción a partir de aquellos.
[5] Leemos en la Regla XII de
sus Regulae: Toda ciencia humana consiste en una sola cosa: que veamos distintamente
cómo aquellas naturalezas simples concurren a la composición de las demás
cosas. Lo cual es muy útil observar; pues, cada vez que se propone a examen
alguna dificultad, casi todos se quedan parados ante ella, sin saber a qué
pensamientos entregar su mente, y pensando que se trata de buscar algún nuevo
género de ente antes desconocido para ellos: así, si se busca cuál es
naturaleza del imán, enseguida, pensando que la cosa ha de ser ardua y difícil,
apartan su ánimo de todo aquello que es evidente y lo vuelven a lo más difícil,
y esperan errantes a ver si, vagando por el espacio infinito de las múltiples
causas, se descubre algo nuevo. En cambio, el que piensa que nada nuevo puede
ser conocido en el imán, nada que no conste de ciertas naturalezas simples y evidentes
por sí mismas, no permanece en la incertidumbre sobre qué ha de hacerse, sino
que primeramente reúne todas aquellas observaciones experimentales que puede
poseer acerca de esta piedra, de las cuales trata de deducir luego cuál es la
mezcla de naturalezas simples necesaria para producir todos aquellos efectos
que ha experimentado en el imán; y, una vez descubierta tal mezcla, puede
afirmar audazmente que ha percibido la verdadera naturaleza del imán, en la
medida en que puede ser descubierta por el hombre a partir de experimentos
dados.
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