domingo, 3 de abril de 2016

MARX EN LA ACTUALIDAD

IDEAS PARA UNA VALORACIÓN RAZONADA DE LA VIGENCIA DE MARX EN LA ACTUALIDAD

-El pensamiento de Marx tiene una importancia fundamental en historiografía, sociología, economía y filosofía. No es posible comprender el desarrollo de estas disciplinas en el último siglo y medio sin hacer alusión a la influencia marxista.
-Con el salto de la teoría a la praxis, el marxismo se convirtió, ya en vida de Marx, en una ideología política y en un movimiento obrero revolucionario. Asimismo, está en la raíz de diversas ideologías políticas y movimientos comunistas que le sucedieron históricamente, como el leninismo, el trotskismo o el estalinismo. El propio Che Guevara escribió su particular interpretación sobre Marx y la revolución comunista, así como Mao Tse Tung. La ideología socialista y la socialdemocracia surgen también como reinterpretación del marxismo. Hay, incluso, movimientos feministas que se inspiran en Marx (en su crítica a la concepción de la mujer como propiedad privada o común). Si tenemos en cuenta, además, que todas estas ideologías y movimientos políticos están presentes en los grandes acontecimientos históricos de los últimos ciento cincuenta años, resultará innegable la influencia de Marx.
-El fracaso económico de los diversos comunismos llevados a cabo en el siglo XX se puso de manifiesto en hechos tales como la disolución de la URSS, el bloqueo cubano, la reconversión de China al capitalismo de Estado y el aislamiento político, económico y social de Corea del Norte. Pero mucho antes, ya se había puesto en entredicho la revolución marxista al perder su carácter internacional y quedar siempre circunscrita al control totalitario de la Nación. Si a ello le sumamos la existencia de Gulags en la Unión Soviética, los horrores desencadenados con la Revolución Cultural China, la falta de derechos y libertades y el férreo control dictatorial del Partido Comunista en dichos países, obtendremos un cúmulo de razones para desconfiar de las previsiones históricas que anunció Marx.
-Hay muchas otras ideologías políticas, propagandas y acontecimientos históricos que surgieron por oposición al marxismo, y que no se explican si no es a raíz suya. La "caza de brujas" en los EEUU, la persecución y el pánico a los "rojos", evidencian el terror del capitalismo a los movimientos comunistas revolucionarios. Se dice que el apoyo de Europa occidental al desarrollo del Estado keynesiano (Estado de Bienestar) tras la Segunda Guerra Mundial fue una reacción del capitalismo contra el avance popular del comunismo y de la ideología marxista, una forma de mejorar las condiciones de vida de la sociedad mediante un reparto distributivo de las riquezas poniendo límites legales al libre mercado pero sin destruirlo. Esto parece confirmarse en el hecho de que, tras la desaparición de la URSS y el fin de la Guerra Fría, la tendencia política europea ha comenzado a plantear problemas de sostenibilidad del Estado de Bienestar apostando por una mayor desregulación del mercado (privatización de servicios públicos), incluido el mercado laboral, en aras de la "competitividad".
-La crítica de Marx al capitalismo, por lo que refiere al análisis de la mercancía y de la plusvalía, siguen siendo hoy tan válida como lo fue en su momento, ya que ambos conceptos explican a la perfección su mecanismo económico. Los llamados "ciclos económicos del capitalismo", que desarrollan burbujas especulativas y terminan con grandes crisis, son fenómenos denunciados por Marx que se han venido sucediendo periódicamente hasta la actualidad. No obstante, el capitalismo no se ha autodestruido, lo que sirve a muchos para deslegitimar la crítica marxista.
-Aunque haya aspectos del capitalismo de hoy idénticos al de siempre, como la mercantilización de la vida humana, la búsqueda de plusvalía, la competitividad y la profundización de una brecha social entre ricos y pobres, no debemos pasar por alto las diversas transformaciones que han tenido lugar en su seno. A grandes rasgos, podemos distinguir tres modalidades de capitalismo que se han sucedido históricamente. La primera de ellas, en el siglo XIX y comienzos del XX, es el llamado capitalismo de producción, alimentado por un sujeto "prometeico", caracterizado por el esfuerzo y el trabajo, dedicado en tiempo y vida a la producción y al desarrollo industrial. A partir de los años 50 y 60, surge, primero en EEUU y poco después en Europa, una nueva modalidad, llamada capitalismo de consumo, donde el trabajador percibe mayores salarios, comienza a disfrutar de más tiempo libre, lo que le permite consumir además de trabajar. La última reinvención del capitalismo es el recientemente llamado capitalismo de ocio, o también capitalismo de ficción. Este se caracteriza por comercializar productos "intangibles" (como el mercado digital, pero también la búsqueda de emociones, aventuras, confort).  El valor de los objetos de consumo aumenta en función de la experiencia que producen en el consumidor, o sea, en la capacidad que tiene una mercancía para hacernos sentir emociones. Igualmente, se dice que hoy en día existe una tendencia a convertir el consumidor en "usuario" permanente y al vendedor en "proveedor" de servicios. La diferencia entre usuario y consumidor parece inocua, pero si se analiza en profundidad, podemos percatarnos de que el usuario de un servicio es consumidor permanente, se encuentra atado a su proveedor, mientras que el antiguo consumidor agotaba la relación con el vendedor en el acto de consumo. Además, el consumidor poseía el producto una vez comprado; en cambio, el usuario nunca lo posee, se lo administran en tanto pague el servicio.
En suma, este tipo de reinvenciones fueron totalmente insospechadas por Marx, transforman el sujeto prometeico del marxismo (el proletario explotado que vivía para trabajar) en un sujeto "dionisíaco", pasivo, ocioso, que busca placeres y experiencias mercantilizadas. La transformación puede entenderse como un aumento de la dependencia voluntaria del individuo al sistema económico (y, en este sentido, una alienación más profunda), y también como una difuminación de las diferencias de clase, a pesar de los enormes desequilibrios de riqueza en el mundo.
-La ya anunciada revolución robótica que está teniendo lugar hoy en día y, previsiblemente, se desarrollará aún más en las próximas décadas, deja abiertas numerosas cuestiones que eran implanteables en tiempos de Marx. Éste decía que los burgueses forjaban a su propio sepulturero, el proletariado, ya que todo su poder dependía del control de las fuerzas productivas. Pero, ¿qué ocurriría en un mundo en que las fuerzas productivas no surgiesen del trabajo humano, sino de robots? Los robots son autosuficientes, cumplidores, y nunca protestan. Por otra parte, ¿qué tipo de trabajo desempeñará la población en un planeta superpoblado donde el 100% de la producción sea obra de robots e inteligencias artificiales?

-Como última reflexión, acudiremos a un filósofo actual, el surcoreano Byung-Chul Han. En su obra Psicopolítica: Neoliberalismo y nuevas técnicas de poder (Herder, 2014), plantea una crítica a las modernas sociedades de la información, y revela nuevas técnicas de dominación y control de la sociedad a las que se encuentra sometido el sujeto contemporáneo. Este filósofo comienza preguntándose cómo es posible que Corea del Sur sea el país del mundo con mayor tasa de suicidios, siendo una democracia liberal y no una dictadura totalitaria como su vecino del Norte. En su opinión, los suicidios se deben a la dura competitividad social por acceder a puestos de trabajo cualificados y progresar económicamente en la carrera laboral. El individuo, educado desde niño en la necesidad de sobresalir para triunfar, llega a interiorizar ese principio competitivo ("la ley del más fuerte") de tal modo que siente que todos sus fracasos y frustraciones se deben a él mismo, a su incapacidad, a su culpa. No percibe la alienación a la que se halla sometido. De este modo, en vez de luchar contra una sociedad injusta e inhumana, vuelve su odio y su desprecio contra sí mismo. Así las cosas, según este filósofo, la masa social (el cúmulo de individuos) es totalmente incapaz de albergar en su seno una revolución. Las masas están atomizadas en individuos que compiten entre sí. En todo caso, la revolución se convierte en una lucha del individuo consigo mismo, es decir, una autodestrucción y  autoalienación constantes. Usando el lenguaje marxista diríamos: la clase dominante ya no tiene necesidad de poner cadenas a la clase oprimida, porque ella misma se ata voluntariamente. Este análisis filosófico presenta nociones que retuercen aún más la alienación denunciada por Marx. De modo que, si el diagnóstico social ha cambiado, es lógico decir que el tratamiento ya no puede ser idéntico al que proponía el marxismo.

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