COMPARACIÓN ENTRE
MARX Y HEGEL
Pese a la enorme influencia de Hegel en Marx, sobre
todo por lo que refiere a la concepción dialéctica (la tríada conceptual
"tesis-antítesis-síntesis"), ambas
filosofías revelan diferencias insalvables.
Hegel es idealista y Marx materialista.
Esto, a grandes rasgos, significa que para Hegel la realidad es racional,
ideal, conceptual, y para Marx, en cambio, sólo la vida material sensible y el
hombre de carne y hueso son reales. Desde el punto de vista hegeliano, todo lo
racional es real y todo lo real es racional, por tanto lo irracional no
"es", quiere esto decir que no tiene efectos dignos de consideración
filosófica. Por el contrario, Marx afirma que la realidad material puede estar
oculta (y de hecho lo está) por ideologías absolutamente irracionales e
inhumanas que se deben tener en cuenta, a la vez que puede estar construida
sobre infraestructuras económicas igualmente inhumanas y alienantes.
Ambos
consideran que existe un movimiento dialéctico llamado "fuerza negadora"
que explica la evolución de la historia humana. Para Hegel, la fuerza negadora es la Razón (Idea, Espíritu,
Conciencia) que se manifiesta a sí misma a través de los grandes
acontecimientos. Por ejemplo, la idea de liberalismo político fue planteada
ingenuamente por los ilustrados franceses (momento afirmativo de la tesis).
Esas ideas motivaron una fuerza negadora de ruptura con el Antiguo Régimen que
desencadenó la Revolución Francesa y, acto seguido, la dictadura en nombre de
la Asamblea General con Robespierre (momento negativo de la antítesis).
Finalmente, tras la superación del Terror por el control napoleónico del Estado
se alcanzó, según Hegel, una conciencia histórica suficiente para corregir las
ideas ingenuamente proyectadas por los ilustrados, subsanando aquellos efectos
devastadores no sospechados entonces y que fueron revelados por los hechos
(momento de superación, o doble negación, de la síntesis). Hegel dice que los grandes
protagonistas de la historia (por ejemplo, Alejandro Magno, Julio César,
Napoleón Bonaparte) son simples "títeres" de la Razón Absoluta que
pugna por revelarse a sí misma y actúa como la Providencia. En las antípodas se sitúa Marx, al
considerar que la fuerza negadora, el motor de la historia, es la lucha de
clases, una lucha material entre la clase dominante y la clase oprimida
desencadenada siempre por las relaciones de poder inherentes al modo de
producción. La lucha de clases altera y transforma los cimientos económicos de
la sociedad generando nuevos órdenes socioeconómicos. Para Marx, la Conciencia
es un mero producto ideológico fruto de las condiciones materiales (económicas)
en una época determinada. Sólo si se refiere a las relaciones de producción,
como "conciencia de clase", adquiere valor real.
Hegel fue
nombrado "filósofo oficial del Estado", en Prusia, ya que justificó
filosóficamente la superioridad política y racional del Estado prusiano, que
aparecía a sus ojos como adalid de Occidente, es decir, como la meta histórica
de un proceso dialéctico iniciado por los griegos en la antigüedad, que llevó a
la Razón a comprenderse a sí misma. Podría decirse que, en Hegel, la filosofía justifica el presente político mediante una
interpretación filosófica de toda la historia occidental. Todo lo contrario
piensa Marx. Para él, la filosofía, como pura teoría justificativa, es vacía.
Sin un salto a la praxis, resulta estéril. La filosofía debe animar la
lucha de clases, demostrar la injusticia heredada y el camino y los medios para
su verdadera superación.
A pesar de
esa defensa sin paragón del Estado prusiano, Hegel es ambiguo y no ha de extrañarnos que su filosofía diese origen a
interpretaciones tan dispares. Los hegelianos de derechas vieron en él una
legitimación racional del Estado prusiano, una defensa de la Restauración y el
desprecio a las ideas revolucionarias. En cambio, los hegelianos de izquierdas,
como Feuerbach y Marx, leyeron en sus escritos el llamamiento a la revolución.
Hegel reflexionó más que ningún otro filósofo sobre la estructura de la
dialéctica. Llegó a decir que la tríada "tesis-antítesis-síntesis" es
puramente simbólica, pues el meollo del proceso dialéctico consiste en que la
fuerza negadora no se detiene nunca, es decir, toda síntesis se ha de transformar
en nueva tesis para ser negada, luego doblemente negada, así sucesivamente. Por
eso, en un pasaje de su obra Hegel afirma: "mi filosofía, en realidad, es
el escepticismo que se cumple".
Por el contrario, Marx parece tener muy claro cuál es el destino de la historia
humana: el fin de las diferencias de clase. Defiende a ultranza que el
comunismo auténtico llegará más pronto o más tarde, pero de forma inexorable.
La cuestión que deja abierta Marx es: ¿habrá siempre que estar en guardia para
no pervertir la utopía comunista? O sea, ¿será necesario mantener una
coherencia vital y social constantes para no caer en formas
"inauténticas" de comunismo, como la dictadura del proletariado y el
comunismo grosero? ¿Cómo garantizar que dicha dictadura sea temporal y un
tránsito hacia la realización del Estado socialista? Estas cuestiones, entre
otras, han motivado hasta hoy múltiples discusiones en torno al pensamiento de
Marx. Al ser una filosofía dirigida a la
praxis, el marxismo siempre planteó problemas teóricos y prácticos, lo cual
se manifiesta en el hecho de que hubo más Internacionales Socialistas celebradas
tras la primera, así como diversos movimientos filosóficos, políticos e
ideológicos inspirados, por oposición o defensa, en Marx.
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